¡Todo el poder a los soviets!
Los bolcheviques 100 años después
Miguel Silva
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Se cumplen 100 años de la revolución bolchevique, de octubre de 1917, uno de los mayores sucesos del siglo XX, porque representó un giro fundamental en la historia de Occidente. Un “giro social y político”, social porque los trabajadores se convertían en los protagonistas de una revolución triunfante, política porque esos mismos trabajadores y sus dirigentes organizados en el partido “bolchevique” se proponían la construcción de un sistema social alternativo al capitalismo: el socialismo. Por cierto que la revolución bolchevique se asocia a sus principales líderes, en especial a Lenin y Trotsky, aunque en realidad, hubo muchos más líderes, pero sobre todo, un pueblo organizado en consejos (los soviets) en los que Lenin vio y reconoció las bases mismas de la revolución. En sus famosas Tesis de Abril, solo meses antes que triunfara la revolución, acunó la histórica consigna de “Todo el poder a los soviet”.
La Rusia revolucionaria se transformó en una referencia obligada para todos los revolucionarios del mundo “había que hacer como en Rusia”, y nuestro propio Recabarren viajó al otro lado del mundo para conocer en vivo de esta experiencia. Guardando las diferencias, Rusia fue para Europa lo que la Revolución Cubana fue para América Latina, varias décadas más tarde, la confirmación que ese viejo sueño de una revolución nacida desde el pueblo mismo era posible. Y más todavía, la igualdad, ese “viejo sueño de la humanidad”, como decía Marx se podía realizar.
Se puede sostener también, desde un punto de vista histórico, que la revolución rusa condicionó el desarrollo posterior del capitalismo, ya que tuvo al frente un sistema social alternativo, aunque más débil y más complejo, que con el que soñaron los revolucionarios de 1917.
La revolución rusa, para bien y para mal, se transformó no solo en una referencia obligada para pensar en la revolución, sino que también en un “modelo” de cómo había que hacer la revolución. Por supuesto que no había una sola lección ni una sola lectura, como en cierto modo lo pretendió la III Internacional Comunista fundada luego del triunfo de los bolcheviques, pero en la práctica se tendió hasta hace muy poco a pensar que en ciertos aspectos, la revolución rusa podía ser imitada. La historia demostró que ello no era posible, cada revolución triunfante ha seguido su propio camino. Sin embargo, hay que admitir que las revoluciones triunfantes dejan lecciones, tal vez muy generales, pero que hay que tener en cuenta: por una parte, que suponen una mayoría popular movilizada, capaz de sumar al pueblo en favor del cambio social; por otra parte, que la mayor dificultad de la revolución es permanecer como “mayoría democrática” evitando la burocratización de nuevo aparato del Estado. Ambas son tareas titánicas, ya que los enemigos de la revolución son siempre muy poderosos –y este libro muestra las enormes dificultades que debió enfrentar la revolución rusa en sus primeros años– y por otra parte, sostener un poder revolucionario democrático supone la construcción de nuevas formas estatales que recreen las formas conocidas en el ejercicio del poder político. La revolución puede triunfar, pero las tendencias burocráticas y autoritarias la pueden acompañar en tal grado, hasta que la propia revolución termine por negarse a sí misma.
Algo de esto último ocurrió cuando en 1989 comenzó el derrumbe del llamado “campo socialista” de Europa del Este y el posterior colapso de la Unión Soviética. Un nuevo giro histórico se ha verificado desde entonces en Occidente, esta vez en favor del capitalismo globalizado.
Este nuevo libro de Miguel Silva nos presenta una sintética, pero a la vez pormenorizada historia de los bolcheviques y su revolución de 1917. De algún modo, en el texto están presentes muchos de los componentes a los que hemos hecho alusión: los liderazgos y las mayorías; los debates, las diferencias y el papel del partido de Lenin; el lugar y el rol de los trabajadores, los campesinos y soldados en los soviets; los opositores y las enormes dificultades de la revolución; la burocratización y las primeras formas de declinación de los bolcheviques.

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¡Todo el poder a los soviets!
Los bolcheviques 100 años después
Miguel Silva

Se cumplen 100 años de la revolución bolchevique, de octubre de 1917, uno de los mayores sucesos del siglo XX, porque representó un giro fundamental en la historia de Occidente. Un “giro social y político”, social porque los trabajadores se convertían en los protagonistas de una revolución triunfante, política porque esos mismos trabajadores y sus dirigentes organizados en el partido “bolchevique” se proponían la construcción de un sistema social alternativo al capitalismo: el socialismo. Por cierto que la revolución bolchevique se asocia a sus principales líderes, en especial a Lenin y Trotsky, aunque en realidad, hubo muchos más líderes, pero sobre todo, un pueblo organizado en consejos (los soviets) en los que Lenin vio y reconoció las bases mismas de la revolución. En sus famosas Tesis de Abril, solo meses antes que triunfara la revolución, acunó la histórica consigna de “Todo el poder a los soviet”.
La Rusia revolucionaria se transformó en una referencia obligada para todos los revolucionarios del mundo “había que hacer como en Rusia”, y nuestro propio Recabarren viajó al otro lado del mundo para conocer en vivo de esta experiencia. Guardando las diferencias, Rusia fue para Europa lo que la Revolución Cubana fue para América Latina, varias décadas más tarde, la confirmación que ese viejo sueño de una revolución nacida desde el pueblo mismo era posible. Y más todavía, la igualdad, ese “viejo sueño de la humanidad”, como decía Marx se podía realizar.
Se puede sostener también, desde un punto de vista histórico, que la revolución rusa condicionó el desarrollo posterior del capitalismo, ya que tuvo al frente un sistema social alternativo, aunque más débil y más complejo, que con el que soñaron los revolucionarios de 1917.
La revolución rusa, para bien y para mal, se transformó no solo en una referencia obligada para pensar en la revolución, sino que también en un “modelo” de cómo había que hacer la revolución. Por supuesto que no había una sola lección ni una sola lectura, como en cierto modo lo pretendió la III Internacional Comunista fundada luego del triunfo de los bolcheviques, pero en la práctica se tendió hasta hace muy poco a pensar que en ciertos aspectos, la revolución rusa podía ser imitada. La historia demostró que ello no era posible, cada revolución triunfante ha seguido su propio camino. Sin embargo, hay que admitir que las revoluciones triunfantes dejan lecciones, tal vez muy generales, pero que hay que tener en cuenta: por una parte, que suponen una mayoría popular movilizada, capaz de sumar al pueblo en favor del cambio social; por otra parte, que la mayor dificultad de la revolución es permanecer como “mayoría democrática” evitando la burocratización de nuevo aparato del Estado. Ambas son tareas titánicas, ya que los enemigos de la revolución son siempre muy poderosos –y este libro muestra las enormes dificultades que debió enfrentar la revolución rusa en sus primeros años– y por otra parte, sostener un poder revolucionario democrático supone la construcción de nuevas formas estatales que recreen las formas conocidas en el ejercicio del poder político. La revolución puede triunfar, pero las tendencias burocráticas y autoritarias la pueden acompañar en tal grado, hasta que la propia revolución termine por negarse a sí misma.
Algo de esto último ocurrió cuando en 1989 comenzó el derrumbe del llamado “campo socialista” de Europa del Este y el posterior colapso de la Unión Soviética. Un nuevo giro histórico se ha verificado desde entonces en Occidente, esta vez en favor del capitalismo globalizado.
Este nuevo libro de Miguel Silva nos presenta una sintética, pero a la vez pormenorizada historia de los bolcheviques y su revolución de 1917. De algún modo, en el texto están presentes muchos de los componentes a los que hemos hecho alusión: los liderazgos y las mayorías; los debates, las diferencias y el papel del partido de Lenin; el lugar y el rol de los trabajadores, los campesinos y soldados en los soviets; los opositores y las enormes dificultades de la revolución; la burocratización y las primeras formas de declinación de los bolcheviques.

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Miguel Silva

(Manchester – Inglaterra, 1951) Escritor, militante y sindicalista. Fue parte de la gran rebelión de los años ‘60 y ‘70 y, por cosas de la vida, llegó a Chile en 1984. En sus obras ha tratado sobre la emancipación y su relación con dirigentes sociales como Recabarren, Clotario Blest, Carlos Marx y Ernesto Che Guevara, además de investigar el nacimiento y la vida de los Cordones Industriales en Chile durante la Unidad Popular.

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