Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos
Immanuel Wallerstein
Card image cap

“Ciudadano del mundo, el Che nos recuerda lo que ya sabíamos desde Espartaco y que a veces olvidamos: la humanidad encuentra en la lucha contra la injusticia un escalón que la eleva, que la hace mejor, que la convierte en más humana”.

Subcomandante Insurgente Marcos, Discurso de Inauguración de la Reunión Preparatoria Americana del Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo
6 de abril de 1996

Sobre las distintas formas y expresiones de la protesta social
La protesta social y la lucha de los oprimidos en contra de la explotación, la humillación, las vejaciones, la discriminación, el despotismo y el sometimiento en todas sus formas, es tan vieja como vieja es también la existencia de sociedades divididas en clases sociales. Pues frente al dominio y el sojuzgamiento que implica cualquier tipo de jerarquía y de desigualdad social, se ha desarrollado igualmente, de una manera inmediata y necesaria, la paralela y persistente insubordinación y rebelión de los diversos sectores, clases y grupos sometidos a dicha dominación y avasallamiento. Con lo cual, la historia de la humanidad, desde muy remotos tiempos aunque no desde sus orígenes, y hasta la situación actual, ha sido no solamente la historia de la lucha entre las clases sociales, sino también y concomitantemente, la historia de esas diferentes formas y figuras diversas de esa misma protesta social. Ya que a partir de la compleja y variada disolución de las formas comunitarias de la organización social, disolución que camina por distintas vías y que hace nacer a las diferentes sociedades divididas en clases sociales, comienza a desplegarse también, junto a la naciente lucha de clases, el igualmente diversificado abanico de esas formas de la rebelión y la protesta social.
Protesta social milenaria y constante, que siendo una de las claras estructuras de larga duración de la historia humana, es también uno de los espacios importantes de la inagotable y siempre renovada y floreciente creatividad social de las clases populares. Creatividad que tenaz e infatigable, encuentra en cada nueva circunstancia y en cada momento nuevo, las múltiples y complejas vías de su también multiforme expresión. Pues frente al avasallante poder de las clases y grupos dominantes, –poder que se afirma lo mismo como riqueza, como jerarquía social, o como Estado– que bajo las formas de la supuesta superioridad intelectual –o social, o étnica, o de género, o de status, entre otras varias–, esa creatividad popular ha debido también prodigarse y multiplicarse bajo mil formas, descubriendo e inventando todo el tiempo los modos de burlar a esas distintas figuras del poder, los resquicios y espacios de afirmación de su propia libertad, las maneras diferentes de escapar a las normas y controles impuestos desde arriba, pero también y en otras circunstancias, los momentos adecuados para retar abiertamente a esos poderes, para ponerlos en crisis y deslegitimarlos, e incluso, a veces, para invertir radicalmente la situación, destruyéndolos e intentando poner todo el mundo ‘de cabeza’.
Pues desde el osado grito de Espartaco y de la rebelión de los esclavos, que amenazaba a los opresores romanos profetizando con su ‘¡Volveré y seré millones!’, hasta el digno ‘¡Ya Basta!’ de los indígenas neozapatistas mexicanos, lo que se despliega es una larga y heroica cadena de luchas, protestas y reclamos sociales enarbolados por las clases y sectores subalternos de las distintas sociedades y pueblos de todo el planeta. Cadena larga y diversa que, por mil vías diferentes y con mil ropajes distintos, da vida y contenido a ese siempre legítimo y todavía vivo sentimiento de sublevación frente a la injusticia y la explotación aún reinantes.
Larga cadena de luchas, motines, rebeliones, insurrecciones y revoluciones de las clases populares y subalternas de la sociedad, que abarcan desde gestos individuales de descontento e insubordinación, hasta formas colectivas y masivas de la protesta social, siendo a veces expresiones subterráneas y encubiertas, y a veces públicas y abiertas. Formas múltiples del descontento social, que en ocasiones serán sólo efímeras y fugaces, y en otras sostenidas y desarrolladas por años y hasta lustros y décadas, como formas más permanentes de la lucha social, la que también podrá ser o espontánea e inmediata, o en otro caso planificada, organizada y concientemente programada. Luchas de distinta magnitud, carácter, duración y estructuración, que algunas veces se limitan a expresar la lógica respuesta de inconformidad frente al agravio, al gesto despótico, al acto de la explotación, o a la actitud discriminatoria, pero sin trascender el horizonte del sistema social entonces imperante. Y en otras veces, en cambio, van más allá de este horizonte intrasistémico, para plantearse expectativas, objetivos y lógicas realmente antisistémicas y mucho más profundamente revolucionarias.
Enorme diversidad y pluralidad de las formas y manifestaciones de esta protesta social milenaria y ubicua, que nos muestra entonces la también inmensa dificultad para caracterizar y definir con más precisión a cualquiera de estas figuras de la rebelión social, la que no sólo se despliega a lo largo de los siglos, cubriendo varias etapas de la evolución histórica de las sociedades humanas, sino que también se afirma a todo lo largo y ancho de nuestro entero Planeta Tierra, abarcando con amplitud los pueblos, las sociedades y las civilizaciones más diversas.
Lo que se complejiza todavía más cuando observamos a estas figuras de la rebelión social de manera dinámica, introduciéndonos a la gran pregunta de cuáles son las razones y las dialécticas concretas que nos llevan desde el gesto rebelde individual o de un pequeño grupo, que se afirma al inicio sólo como una forma de resistencia pasiva o como un modo encubierto y subterráneo de insubordinación, hacia el pequeño motín que se transforma en una primera forma abierta del descontento, aún de un pequeño colectivo, para entonces comenzar a crecer y crecer, convirtiéndose primero en un movimiento más vasto que se multiplica y que diversifica sus formas de lucha y de manifestación, para ser capaz de generar, más adelante, una rebelión de alcances generales, que lucha, retrocede, avanza y retoma su impulso para alcanzar una escala regional o a veces incluso nacional. Y todo esto, como antesala de una insurrección abierta, pacífica o no, que se confronta ya radical y explícitamente con los poderes dominantes, y que afirma claramente objetivos antisistémicos, para culminar en una revolución total del antiguo ‘orden de las cosas’.
Dinámica compleja de la insubordinación social, que crece y madura lenta pero sostenidamente, y que nos remite siempre para su más adecuada explicación al específico ‘estado de ánimo’ de los oprimidos en cada momento y circunstancia histórica, al grado de desarrollo de su descontento y de su conciencia, al punto de concreción y también de maduración de la lucha de clases y del conflicto social en general, así como a las experiencias y herencias previas de esos mismos oprimidos y explotados de la historia. En síntesis, a todo el abanico de factores complejos que Edward P. Thompson resumió en su concepto de la ‘economía moral de la multitud’.
Complejidad de estas dinámicas generales de esa economía moral de las clases explotadas y subalternas de la sociedad, que no es para nada lineal ni de un solo sentido, sino por el contrario, es múltiple, diversa, polivalente y multidireccional. Pues es claro que lo que nos muestra la milenaria y secular historia de las luchas sociales de los subalternos, es la figura de un complicado árbol de muchas ramas, en donde algunas de ellas han quedado truncadas por una brutal represión de las clases dominantes, y otras se han bifurcado varias veces, para generar intentos diferentes de oposición y de rebeldía frente a esa misma dominación, prolongándose en ocasiones como sólidos esfuerzos que mantienen y continúan cierta dirección global, y en otras como recurrentes saltos y cambios de dirección, que buscan el mejor camino, y que avanzando y retrocediendo alternativamente dan también expresión a esa persistente e inagotable resistencia social de los de abajo.
Lo que explica que, en esta historia de las protestas sociales, hayamos visto movimientos sociales que nacen como movimientos no antisistémicos, pero que, en virtud de su propia experiencia y maduración, terminan por transformarse y convertirse en sólidos movimientos realmente antisistémicos. Y a la inversa. Pues es también un caso real el de movimientos genuinamente antisistémicos que, por ejemplo, una vez alcanzado y conquistado el poder del Estado, han mutado radicalmente para convertirse en movimientos simplemente intrasistémicos y hasta defensores del ligeramente modificado status quo. Lo que naturalmente, implica que puedan existir también movimientos que, en alguna fase de su desarrollo o maduración, combinen a un mismo tiempo ciertos gestos y posturas antisistémicas, con otras más limitadas y acotadamente intrasistémicas.
Lo que nos muestra que cada movimiento o forma de la protesta y de la lucha social, debe siempre ser estudiado en su particular contexto, en su especificidad histórica singular, en su línea evolutiva concreta, y en sus circunstancias y curvas de desarrollo determinadas. Lo que entonces nos permitirá distinguir claramente, por ejemplo, una movilización social de un verdadero movimiento social. Pues aunque la primera pueda ser muy vasta y hasta masiva, y muy impactante desde el punto de vista de sus efectos sociales inmediatos, no deja de ser una manifestación más bien efímera, pasajera y constituida en torno de un objetivo puntual e igualmente acotado. Por ejemplo, como en el caso de una vasta movilización en contra de un acto claramente arbitrario de parte del poder presidencial o como en el caso de un clamoroso y escandaloso fraude electoral.
Movilización social que puede ser de grandes dimensiones, pero que se distingue claramente de un verdadero movimiento social, el que es algo permanente, organizado, que trabaja de manera constante y planificada, y que se plantea explícitamente objetivos no sólo inmediatos, sino también de mediano y hasta de largo plazo. Y si bien, un movimiento social puede gestarse en su origen a partir de una movilización social, también es claro que se trata de dos expresiones distintas de la misma y subyacente inconformidad social de las clases y sectores subalternos de la sociedad.
Movimiento social, distinto de la movilización social, que a su vez puede adquirir muy diferentes figuras y variantes de su propia concreción. Porque el carácter, el sentido, los límites y las posibilidades que definen a un movimiento social cualquiera, dependen, como es lógico, de las clases, los sectores, los grupos y los actores sociales que sostienen y dan cuerpo concreto a dicho movimiento social. Con lo cual, será muy distinto un movimiento estudiantil de un movimiento campesino o de un movimiento obrero, lo mismo que diferirá un movimiento urbano popular de un movimiento indígena o de un movimiento étnico en general. Ya que no es igual la dinámica de un actor social transclasista que la de otro claramente clasista, como no es tampoco igual la postura de un sector de la clase media o de las clases dominantes, que la posición de las clases populares en general.
Pero dado que todo actor, o grupo, o clase social puede constituir entonces un movimiento social que lo exprese, es importante diferenciar a los movimientos sociales en general, de los movimientos sociales populares, es decir de aquellos que involucran directamente y expresan a los sectores y clases populares de la sociedad. Pues, en el extremo, ha habido y sigue habiendo movimientos sociales de las clases dominantes, por ejemplo de las oligarquías terratenientes de América Latina, que se han resistido y resisten a ser expropiadas, aún cuando la inmensa tierra que poseen se mantiene ociosa e improductiva, al lado de miles y miles de campesinos pobres y totalmente desposeídos de tierra alguna.
Y si no es lo mismo movimiento social que movimiento social popular, también es importante aclarar que un mismo actor social, por ejemplo el sector estudiantil, puede tener, en distintos momentos del desarrollo histórico, o en diferentes espacios del planeta, distintas configuraciones propias. Y con ellas, también diversas formas de constituirse como movimiento social. Pues mientras que hasta la Segunda Guerra Mundial, el sector estudiantil en el mundo entero era un sector minoritario socialmente, y en general proveniente de las clases dominantes, a partir de 1968 y hasta hoy se ha convertido, en muchos países, en un sector plural y ampliamente popular. Lo que implica que a veces el movimiento estudiantil haya sido solamente un movimiento social, quizá con un gran impacto social e intelectual, pero siendo un movimiento social no popular, para más recientemente convertirse en un verdadero movimiento social de carácter también popular.
Aunque teniendo claro que hay movimientos sociales populares que son progresistas pero todavía intrasistémicos, y otros que, mucho más radicales y avanzados, son genuinamente antisistémicos. Porque como lo hemos mencionado antes, la legítima protesta social puede expresarse a veces en fuertes reclamos y denuncias en contra de la injusticia, la opresión, la humillación y la explotación, pero todavía sin ubicar la raíz de todos estos males en la naturaleza misma del sistema social imperante, y sin trascender el horizonte de sus propios límites y de su caducidad histórica, mientras que en otras ocasiones puede afirmarse ya conscientemente como una lucha que persigue destruir radicalmente a ese sistema social aún vigente, para sustituirlo por otro sistema social alternativo y completamente diferente.
Pensar entonces a los movimientos antisistémicos hoy, en este año de 2008, no es posible en nuestra opinión, sin asumir estas hondas raíces de larga duración de la milenaria protesta social, la que ha encontrado en estos mismos movimientos, una de sus más recientes expresiones. Como no es posible tampoco entender adecuadamente a esos mismos movimientos antisistémicos actuales sin comprender tanto la compleja diversidad de las figuras de dicha protesta social, como las múltiples dinámicas de su evolución, junto a las variadas formas de su multifacética expresión, y a las también diferentes formas de su especifica y singular concreción.

Extracto del Prefacio a la edición

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Ciudad de México, 7 de mayo de 2008

Card image cap
Historia y dilemas de los movimientos antisistémicos
Immanuel Wallerstein

“Ciudadano del mundo, el Che nos recuerda lo que ya sabíamos desde Espartaco y que a veces olvidamos: la humanidad encuentra en la lucha contra la injusticia un escalón que la eleva, que la hace mejor, que la convierte en más humana”.

Subcomandante Insurgente Marcos, Discurso de Inauguración de la Reunión Preparatoria Americana del Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo
6 de abril de 1996

Sobre las distintas formas y expresiones de la protesta social
La protesta social y la lucha de los oprimidos en contra de la explotación, la humillación, las vejaciones, la discriminación, el despotismo y el sometimiento en todas sus formas, es tan vieja como vieja es también la existencia de sociedades divididas en clases sociales. Pues frente al dominio y el sojuzgamiento que implica cualquier tipo de jerarquía y de desigualdad social, se ha desarrollado igualmente, de una manera inmediata y necesaria, la paralela y persistente insubordinación y rebelión de los diversos sectores, clases y grupos sometidos a dicha dominación y avasallamiento. Con lo cual, la historia de la humanidad, desde muy remotos tiempos aunque no desde sus orígenes, y hasta la situación actual, ha sido no solamente la historia de la lucha entre las clases sociales, sino también y concomitantemente, la historia de esas diferentes formas y figuras diversas de esa misma protesta social. Ya que a partir de la compleja y variada disolución de las formas comunitarias de la organización social, disolución que camina por distintas vías y que hace nacer a las diferentes sociedades divididas en clases sociales, comienza a desplegarse también, junto a la naciente lucha de clases, el igualmente diversificado abanico de esas formas de la rebelión y la protesta social.
Protesta social milenaria y constante, que siendo una de las claras estructuras de larga duración de la historia humana, es también uno de los espacios importantes de la inagotable y siempre renovada y floreciente creatividad social de las clases populares. Creatividad que tenaz e infatigable, encuentra en cada nueva circunstancia y en cada momento nuevo, las múltiples y complejas vías de su también multiforme expresión. Pues frente al avasallante poder de las clases y grupos dominantes, –poder que se afirma lo mismo como riqueza, como jerarquía social, o como Estado– que bajo las formas de la supuesta superioridad intelectual –o social, o étnica, o de género, o de status, entre otras varias–, esa creatividad popular ha debido también prodigarse y multiplicarse bajo mil formas, descubriendo e inventando todo el tiempo los modos de burlar a esas distintas figuras del poder, los resquicios y espacios de afirmación de su propia libertad, las maneras diferentes de escapar a las normas y controles impuestos desde arriba, pero también y en otras circunstancias, los momentos adecuados para retar abiertamente a esos poderes, para ponerlos en crisis y deslegitimarlos, e incluso, a veces, para invertir radicalmente la situación, destruyéndolos e intentando poner todo el mundo ‘de cabeza’.
Pues desde el osado grito de Espartaco y de la rebelión de los esclavos, que amenazaba a los opresores romanos profetizando con su ‘¡Volveré y seré millones!’, hasta el digno ‘¡Ya Basta!’ de los indígenas neozapatistas mexicanos, lo que se despliega es una larga y heroica cadena de luchas, protestas y reclamos sociales enarbolados por las clases y sectores subalternos de las distintas sociedades y pueblos de todo el planeta. Cadena larga y diversa que, por mil vías diferentes y con mil ropajes distintos, da vida y contenido a ese siempre legítimo y todavía vivo sentimiento de sublevación frente a la injusticia y la explotación aún reinantes.
Larga cadena de luchas, motines, rebeliones, insurrecciones y revoluciones de las clases populares y subalternas de la sociedad, que abarcan desde gestos individuales de descontento e insubordinación, hasta formas colectivas y masivas de la protesta social, siendo a veces expresiones subterráneas y encubiertas, y a veces públicas y abiertas. Formas múltiples del descontento social, que en ocasiones serán sólo efímeras y fugaces, y en otras sostenidas y desarrolladas por años y hasta lustros y décadas, como formas más permanentes de la lucha social, la que también podrá ser o espontánea e inmediata, o en otro caso planificada, organizada y concientemente programada. Luchas de distinta magnitud, carácter, duración y estructuración, que algunas veces se limitan a expresar la lógica respuesta de inconformidad frente al agravio, al gesto despótico, al acto de la explotación, o a la actitud discriminatoria, pero sin trascender el horizonte del sistema social entonces imperante. Y en otras veces, en cambio, van más allá de este horizonte intrasistémico, para plantearse expectativas, objetivos y lógicas realmente antisistémicas y mucho más profundamente revolucionarias.
Enorme diversidad y pluralidad de las formas y manifestaciones de esta protesta social milenaria y ubicua, que nos muestra entonces la también inmensa dificultad para caracterizar y definir con más precisión a cualquiera de estas figuras de la rebelión social, la que no sólo se despliega a lo largo de los siglos, cubriendo varias etapas de la evolución histórica de las sociedades humanas, sino que también se afirma a todo lo largo y ancho de nuestro entero Planeta Tierra, abarcando con amplitud los pueblos, las sociedades y las civilizaciones más diversas.
Lo que se complejiza todavía más cuando observamos a estas figuras de la rebelión social de manera dinámica, introduciéndonos a la gran pregunta de cuáles son las razones y las dialécticas concretas que nos llevan desde el gesto rebelde individual o de un pequeño grupo, que se afirma al inicio sólo como una forma de resistencia pasiva o como un modo encubierto y subterráneo de insubordinación, hacia el pequeño motín que se transforma en una primera forma abierta del descontento, aún de un pequeño colectivo, para entonces comenzar a crecer y crecer, convirtiéndose primero en un movimiento más vasto que se multiplica y que diversifica sus formas de lucha y de manifestación, para ser capaz de generar, más adelante, una rebelión de alcances generales, que lucha, retrocede, avanza y retoma su impulso para alcanzar una escala regional o a veces incluso nacional. Y todo esto, como antesala de una insurrección abierta, pacífica o no, que se confronta ya radical y explícitamente con los poderes dominantes, y que afirma claramente objetivos antisistémicos, para culminar en una revolución total del antiguo ‘orden de las cosas’.
Dinámica compleja de la insubordinación social, que crece y madura lenta pero sostenidamente, y que nos remite siempre para su más adecuada explicación al específico ‘estado de ánimo’ de los oprimidos en cada momento y circunstancia histórica, al grado de desarrollo de su descontento y de su conciencia, al punto de concreción y también de maduración de la lucha de clases y del conflicto social en general, así como a las experiencias y herencias previas de esos mismos oprimidos y explotados de la historia. En síntesis, a todo el abanico de factores complejos que Edward P. Thompson resumió en su concepto de la ‘economía moral de la multitud’.
Complejidad de estas dinámicas generales de esa economía moral de las clases explotadas y subalternas de la sociedad, que no es para nada lineal ni de un solo sentido, sino por el contrario, es múltiple, diversa, polivalente y multidireccional. Pues es claro que lo que nos muestra la milenaria y secular historia de las luchas sociales de los subalternos, es la figura de un complicado árbol de muchas ramas, en donde algunas de ellas han quedado truncadas por una brutal represión de las clases dominantes, y otras se han bifurcado varias veces, para generar intentos diferentes de oposición y de rebeldía frente a esa misma dominación, prolongándose en ocasiones como sólidos esfuerzos que mantienen y continúan cierta dirección global, y en otras como recurrentes saltos y cambios de dirección, que buscan el mejor camino, y que avanzando y retrocediendo alternativamente dan también expresión a esa persistente e inagotable resistencia social de los de abajo.
Lo que explica que, en esta historia de las protestas sociales, hayamos visto movimientos sociales que nacen como movimientos no antisistémicos, pero que, en virtud de su propia experiencia y maduración, terminan por transformarse y convertirse en sólidos movimientos realmente antisistémicos. Y a la inversa. Pues es también un caso real el de movimientos genuinamente antisistémicos que, por ejemplo, una vez alcanzado y conquistado el poder del Estado, han mutado radicalmente para convertirse en movimientos simplemente intrasistémicos y hasta defensores del ligeramente modificado status quo. Lo que naturalmente, implica que puedan existir también movimientos que, en alguna fase de su desarrollo o maduración, combinen a un mismo tiempo ciertos gestos y posturas antisistémicas, con otras más limitadas y acotadamente intrasistémicas.
Lo que nos muestra que cada movimiento o forma de la protesta y de la lucha social, debe siempre ser estudiado en su particular contexto, en su especificidad histórica singular, en su línea evolutiva concreta, y en sus circunstancias y curvas de desarrollo determinadas. Lo que entonces nos permitirá distinguir claramente, por ejemplo, una movilización social de un verdadero movimiento social. Pues aunque la primera pueda ser muy vasta y hasta masiva, y muy impactante desde el punto de vista de sus efectos sociales inmediatos, no deja de ser una manifestación más bien efímera, pasajera y constituida en torno de un objetivo puntual e igualmente acotado. Por ejemplo, como en el caso de una vasta movilización en contra de un acto claramente arbitrario de parte del poder presidencial o como en el caso de un clamoroso y escandaloso fraude electoral.
Movilización social que puede ser de grandes dimensiones, pero que se distingue claramente de un verdadero movimiento social, el que es algo permanente, organizado, que trabaja de manera constante y planificada, y que se plantea explícitamente objetivos no sólo inmediatos, sino también de mediano y hasta de largo plazo. Y si bien, un movimiento social puede gestarse en su origen a partir de una movilización social, también es claro que se trata de dos expresiones distintas de la misma y subyacente inconformidad social de las clases y sectores subalternos de la sociedad.
Movimiento social, distinto de la movilización social, que a su vez puede adquirir muy diferentes figuras y variantes de su propia concreción. Porque el carácter, el sentido, los límites y las posibilidades que definen a un movimiento social cualquiera, dependen, como es lógico, de las clases, los sectores, los grupos y los actores sociales que sostienen y dan cuerpo concreto a dicho movimiento social. Con lo cual, será muy distinto un movimiento estudiantil de un movimiento campesino o de un movimiento obrero, lo mismo que diferirá un movimiento urbano popular de un movimiento indígena o de un movimiento étnico en general. Ya que no es igual la dinámica de un actor social transclasista que la de otro claramente clasista, como no es tampoco igual la postura de un sector de la clase media o de las clases dominantes, que la posición de las clases populares en general.
Pero dado que todo actor, o grupo, o clase social puede constituir entonces un movimiento social que lo exprese, es importante diferenciar a los movimientos sociales en general, de los movimientos sociales populares, es decir de aquellos que involucran directamente y expresan a los sectores y clases populares de la sociedad. Pues, en el extremo, ha habido y sigue habiendo movimientos sociales de las clases dominantes, por ejemplo de las oligarquías terratenientes de América Latina, que se han resistido y resisten a ser expropiadas, aún cuando la inmensa tierra que poseen se mantiene ociosa e improductiva, al lado de miles y miles de campesinos pobres y totalmente desposeídos de tierra alguna.
Y si no es lo mismo movimiento social que movimiento social popular, también es importante aclarar que un mismo actor social, por ejemplo el sector estudiantil, puede tener, en distintos momentos del desarrollo histórico, o en diferentes espacios del planeta, distintas configuraciones propias. Y con ellas, también diversas formas de constituirse como movimiento social. Pues mientras que hasta la Segunda Guerra Mundial, el sector estudiantil en el mundo entero era un sector minoritario socialmente, y en general proveniente de las clases dominantes, a partir de 1968 y hasta hoy se ha convertido, en muchos países, en un sector plural y ampliamente popular. Lo que implica que a veces el movimiento estudiantil haya sido solamente un movimiento social, quizá con un gran impacto social e intelectual, pero siendo un movimiento social no popular, para más recientemente convertirse en un verdadero movimiento social de carácter también popular.
Aunque teniendo claro que hay movimientos sociales populares que son progresistas pero todavía intrasistémicos, y otros que, mucho más radicales y avanzados, son genuinamente antisistémicos. Porque como lo hemos mencionado antes, la legítima protesta social puede expresarse a veces en fuertes reclamos y denuncias en contra de la injusticia, la opresión, la humillación y la explotación, pero todavía sin ubicar la raíz de todos estos males en la naturaleza misma del sistema social imperante, y sin trascender el horizonte de sus propios límites y de su caducidad histórica, mientras que en otras ocasiones puede afirmarse ya conscientemente como una lucha que persigue destruir radicalmente a ese sistema social aún vigente, para sustituirlo por otro sistema social alternativo y completamente diferente.
Pensar entonces a los movimientos antisistémicos hoy, en este año de 2008, no es posible en nuestra opinión, sin asumir estas hondas raíces de larga duración de la milenaria protesta social, la que ha encontrado en estos mismos movimientos, una de sus más recientes expresiones. Como no es posible tampoco entender adecuadamente a esos mismos movimientos antisistémicos actuales sin comprender tanto la compleja diversidad de las figuras de dicha protesta social, como las múltiples dinámicas de su evolución, junto a las variadas formas de su multifacética expresión, y a las también diferentes formas de su especifica y singular concreción.

Extracto del Prefacio a la edición

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Ciudad de México, 7 de mayo de 2008

Compartir...
Share on Twitter Share on Facebook

Immanuel Wallerstein

Sociólogo e historiador estadounidense. Autor de una amplia bibliografía, entre sus principales obras están Cambio social (1966), El moderno sistema mundial (1974-1980), Economía del mundo capitalista (1983), El capitalismo histórico (1988), Raza, nación y clase (1991), El futuro de la civilización capitalista (1997) y Movimientos antisistémicos (1999).
Como señala Carlos Aguirre, uno de sus connotados discípulos, Wallerstein es “agudo analista de los sucesos más contemporáneos, así como autor de una obra ya clásica y fundamental sobre la historia del capitalismo, activo promotor de una reestructuración total de las actuales ciencias sociales y crítico implacable de las explicaciones más comunes de los principales fenómenos y procesos del “largo siglo XX”. Su figura y su obra se han difundido y proyectado a lo largo y ancho de los cinco continentes de nuestro cada vez más pequeño e interconectado planeta Tierra”.

Y tú, ¿Qué dices?