Por cada dolor se levanta una esperanza, como las flores que nacen en el desierto

Diez flores que crecen en la aridez mexicana

Diez resistencias

Diez horizontes y posibilidades

GLORIA MUÑOZ RAMÍREZ

Escribir una nota para este libro, es pensar la posibilidad de autonomía para los pueblos originarios en contextos regionales y provinciales. Es también pensar la distancia que existe en el nivel de participación, alcance y equidad, pero también lo es, porque Chile a diferencia de México no ha reconocido a su madre originaria y principalmente, por este motivo, convivimos en una distancia abismante cuando hablamos de derechos, participación y autonomía en el pueblo. Otro motivo, es la cercanía que tenemos como pueblos originarios con los planes de gobierno, esto de algún u otro modo nos ha quitado la confianza en la posibilidad de crear, vernos y convivir. Una inseguridad política que se observa en la vida social y una baja autoestima que se observa en los espacios de intimidad.

Sin duda, este libro, al igual que muchos otros de la línea editorial, aportan para seguir pensando nuevos mundos, y especialmente en “Flores en el Desierto” (Quimantú, 2019) una posibilidad de ver cómo desarrollan los liderazgos las lideresas del Concejo Indígena de Gobierno, ellas planean en cada uno de sus testimonios sus sueños que se rodean de flores bordadas con hilos de colores, entre estos, pensar cómo crecerán los niños felices, mientras los adultos cobijan la esperanza de un nuevo mañana, así como también nos plantea la experiencia que podríamos vivenciar si hubieran espacios separados de participación femenina en las comunidades y organizaciones en donde se visibilicen las demandas de los pueblos originarios. Esa mirada tiene consigo una raíz que porta la mujer y este libro lo relata en todas sus dimensiones.

Sus diez resistencias

Todas las mujeres escritas en este libro de un modo testimonial, biográfico e identitario, marcan con sus actos una forma de resistir. En ellas hay vida, tanto en las fotografías de sus rostros, especialmente sus sonrisas, y en las trayectorias de vida que las han construido actualmente como lideresas.

Sus formas de resistir están en los talleres de historia comunitaria, con el fin de que los niños conozcan y se sientan orgullosos de su pasado, el valor del relato oral escuchado al calor del fogón, la sensibilidad y agudeza para observar las muertes, las desapariciones, las injusticias, las problemáticas y darles vida en la organización de la comunidad, o la defensa del territorio, cueste lo que cueste. Sin miedo a la represión, herederas de guerreros que hoy se enfrentan a las transnacionales que las despojan de sus territorios, entendiendo que la modernización es el significado del despojo, se vuelven, todas en su conjunto, defensoras de la libertad y de la vida. Porque critican el cultivo de la devastadora palma africana que mercantiliza la economía campesina y deteriora las prácticas culturales indígenas y campesinas de los territorios. Son a la vez, maestras que trabajan todos los días para la recuperación del tejido comunitario, y con sus prácticas, en la defensa de las plantas medicinales que extranjeros quieren llevar a Estados Unidos, ven con amor a cada una de ellas, porque crecieron junto a estas, así como también, junto a las piedras que las veían unidas imaginando formas.

Hijas del levantamiento de Chiapas. Defensoras del trabajo artesanal, del artesano, la artesana y del comerciante, lo dignifican, porque existe pobreza económica pero no cultural. Es necesario que se respete la lengua, la vestimenta, los usos y costumbres, y la forma de organización, que se extinga la discriminación, la represión y el racismo, dicen todas. Son cada una de ellas, una esperanza, en cada uno de los dolores que han vivido sus pueblos, en donde la resistencia es directa, si no los escuchan se toman la carretera, no permiten que entren a la mina o bien, bloquean los lugares hasta que escuchen sus demandas.

Su resistencia como mujeres, un feminismo foráneo pero muy propio de los pueblos

La mayoría de las veces, a las mujeres de pueblos originarios y de origen popular, se les atribuyen cualidades femeninas, que dejan de lado la posibilidad de existir como personas que piensan el mundo como lo haría cualquier otra, las comparaciones de sus atributos de personificación humana generalmente nacen de comparaciones masculinas.

En el libro, ambas representaciones sexo genéricas son excluyentes, porque visibiliza las experiencias vividas por cada una de ellas para entenderlas en su posición actual como personas y lideresas. Ninguna de ellas narra en primera persona como feminista, pero todas en sus hechos demandan una libertad que comenzó por verse en ellas mismas. Sus demandas, sus defensas, están unidas al territorio comunitario en donde ejercen como concejeras indígenas, una representación unida a las experiencias de vida, ninguna de ellas llegó a este cargo sin liberarse de las propias ataduras que las llevaron a pensar la libertad de los pueblos.

El libro “Flores en el Desierto” declara muy bien cada una de sus defensas personales en sus vidas, y también, como el levantamiento de Chiapas dejó en ellas la dignidad de sentirse indígenas, volver a hablar su lengua, usar su vestimenta y entender que muchas de las precariedades vividas fueron parte de una triste historia colonial, que es necesario detener en el futuro para defender la vida.

Considero importante otorgar en este escrito, el valor que encontró la autora para representar sus caracteres y decisiones y así, entender cómo funciona el machismo y el patriarcado dentro de cada uno de los pueblos originarios mencionados, en donde ninguna de ellas fue objeto de halago por sus decisiones, así como tampoco, avanzar en la vida y en sus responsabilidades, fue un regalo comunitario del pueblo, pues cada una de ellas surge en su responsabilidad a partir de sus consciencias y experiencias de vida, fueron pensando la libertad como si fuera un estado idílico que nace del pensamiento y del corazón unidos a sus pueblos que representan. La posibilidad descriptiva que a continuación expongo apela a la posibilidad de identificación que pueda surgir en alguna mujer que lea este escrito, con el fin de entregar una lectura de experiencias exitosas pese a que, la trayectoria muchas veces es difícil. En todas ellas hay un valor por sentirse vivas.

“Rocío, tiene una personalidad fuerte, no es extrovertida. Aunque ella piensa que sí. Es más bien seria. Con quien quiere. Hace de sus amigos una extensión de su familia y es famosa por su claridad”.

“Gabriela es la única mujer que toma la palabra (…) No siento que deba tener miedo porque hay algo mucho más allá que me está cuidando, los abuelos que ya no están. Cada vez que voy a hacer algo, trato de hacer un rezo, una oración, como me enseñaron ellos. No siento miedo, no sé si eso sea ser valiente”.

“Lupita una mujer con una belleza particular, desafió las reglas de su familia y comunidad: mi hermano dijo que, si me venían a pedir, él daba el permiso como es la costumbre. Yo le respondí, ‘adelante, que vengan y tú di que sí, pero te vas tú en mi lugar’. Y no me pidieron”.

“Osbelia con su experiencia narra: ya es tiempo de que participemos bien, pues en la lucha política somos un punto clave porque no nos dejamos engañar y actuamos con honestidad. Ya hemos convencido a nuestros compañeros, nuestros hijos, nuestros hermanos, de que participemos las mujeres. Es hora de que nos unamos, que se acabe el machismo y el patriarcado. Que ellos ayuden en la cocina, mientras las mujeres salimos al frente. Tenemos que distribuir bien nuestros tiempos”.

“Bettina confirma que las mujeres de allá, se mueven, hablan y deciden, pero también reconoce que, hay algunas que no lo pueden hacer porque, aun teniendo una familia de mujeres fuertes, se sojuzgan con la presencia de un hombre, por eso no podemos decir que aquí se ha acabado el tema del patriarcado”.

“Sara, aporta un ejemplo, cuando organizamos talleres en Xpujil asisten casi puros hombres (…) Las mujeres participan en sus comunidades, pero aún no como representantes, pues es complicado. No me van a dejar mentir los compañeros luchadores sociales, porque los vas a ver a ellos, pero a la compañera no, ella se va a quedar cuidando al hijo o a la hija. Es algo diferente lo que hacen los compañeros zapatistas, porque allá el hombre ya se queda a cuidar a los hijos y les hace de comer”.

“Myrna, la maestra que cree en la infancia y trabaja todos los días para la recuperación del tejido comunitario” para aportar con la resistencia.

Lucero, se separó porque la relación no resultó. “Una vez que estás casada y te separas, dicen que es porque quieren andar de loca. Así me pasó. Lo ven mal y más cuando tienes otra pareja”.

Para Magdalena “ya es tiempo de que las mujeres caminen junto con los hombres, nuestras parejas o no, porque una lucha sin ninguna mujer no es lucha, debe de ser la mujer y el hombre en una forma de igualdad, porque siempre son puros hombres y nosotras mismas empezamos a creer que no podemos. Pero sí podemos”.

En otras ocasiones, dice María de Jesús, Marichuy: “cuando hay desánimo, las mujeres dicen ‘si no quieren, vámonos nosotras por delante, vamos a caminar’. Esa decisión hace que todos se animen y caminen”.

Los motivos de sus resistencias

Además de tener orígenes en territorios que han resistido, tanto por familiares de ellas, o porque han sido las primeras en ver la necesidad de hacerlo. En todas hay un punto en común. Su forma de ver el mundo como mujeres es particular, y la mayoría ha tenido que enfrentar el machismo y el patriarcado que se disfraza de complementariedad y dualidad, muchas veces entendida de un modo cristiano. Las Mujeres Concejalas Indígenas de Gobierno, se han separado, en su mayoría han criado con padres ausentes y han sido madres y padres de todos sus hijos e hijas, algunas se reconocen hijas del levantamiento de Chiapas, otras demuestran en sus testimonios, un cierto desarrollo en sus familias que las distingue desde pequeñas con actitudes intelectuales y de lideresas, también algunas han estado presas, han sufrido represión y todas bordan con hermosos hilos de colores.

Poder descifrar puntos en común implica tratar sus orígenes de vida y junto a estos, otorgarle una trayectoria al relato que ellas mismas narran con sus actos. Rocío, comenzó a sentir desde pequeña que estaba viviendo rodeada de injusticia, muchas veces sus tíos la callaron para protegerla, y hoy a sus 34 años, es la que tiene la mayor experiencia en el Concejo Indígena, a los 19 años se juntaba a ver vídeos y a leer sobre los zapatistas, y hoy día refiere a la revuelta interna encabezada por las mujeres zapatistas en sus comunidades, en donde exigieron y ganaron lo que les corresponde.

Para Gabriela, fue la lucha contra las mineras lo que la llevó a involucrarse directamente en la defensa del territorio. Las mujeres de la comunidad empezaron a organizarse porque se estaban entregando concesiones sin consentimiento y sin ninguna consulta. Es una convencida de que el mar es su vida y de que, sin él, le quitarían la vida. Creció junto a sus abuelos escuchando los cantos y las historias sentada en una fogata. Culpa de su rebeldía a sus abuelos, porque cuando niña se entrometía a los juegos y nunca le dijeron esto es de hombres o esto corresponde a las mujeres. Su historia remite al clan guerrero al que pertenece y que marca su destino. “Lupita, pegó su pequeño cuerpo de diez años al de su madre y desde esa posición escuchó el impacto de la bala que la asesinó. Ese mismo día perdió también a su padre, a cinco de sus hermanos, a diez de sus hermanos, a su abuelita y a su tío. Nueve familiares en total cayeron en la masacre de Acteal, perpetrada por grupos paramilitares acusados por organismos de derechos humanos de estar auspiciados por el Estado. Veinte años después, con sus treinta años a cuestas, es la primera mujer tsotsil en recibir un bastón de mando de Las Abejas, organización de origen católico con un cuarto de siglo de historia en el suroriental estado de Chiapas” (: 49).

Envuelta en su rebozo negro, de falda larga y blusa bordada con flores multicolores, Osbelia se declara en resistencia igual que su pueblo. Es reconocida a sus 80 años por su fortaleza que cansa al más ágil. Es la mayor del Concejo Indígena de Gobierno. No teme a que la encarcelen, porque en donde esté seguirá leyendo lo que han hecho sus antepasados y seguirá en lo que por derecho les corresponde, su territorio. Para ella la lucha en contra de la autopista es la lucha por la vida y por ella ha peleado por hace más de cinco décadas junto a su pueblo, resistir para los tepoztecos es un verbo. Le refiere a la memoria de Emiliano Zapata y Rubén Jaramillo, ya en 1979, los comuneros rechazaron la construcción de una cárcel y también libraron hartas batallas contra proyectos turísticos, así como también de un circuito carretero, posteriormente encabezaron la emblemática resistencia de un club de golf, que los llevó al ejercicio del autogobierno.

Bettina, es una defensora de la naturaleza porque en su territorio las trasnacionales se roban el viento para venderlo. Es una fundadora de la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Itsmo de Tehuantepec en Defensa de la Tierra y el Territorio (APIITDTT), que se construyó hace diez años para enfrentar el proyecto eólico encabezado por las empresas españolas Unión Fenosa Gas Natural, Endesa e Iberdrola. Es una convencida de que la modernización llegó para contaminar el suelo, matar aves y destruir la flora y la fauna de la región.

Sara, nació hace 52 años y rememora el momento en que se unió al Concejo Indígena porque era una causa que iba a organizar al pueblo. También trabajó en La Otra Campaña del EZLN, que recorrió México llamando a organizarse para enfrentar el despojo, la explotación, el desprecio y la represión que ofrece el capitalismo. Ella amamantaba al mismo tiempo que se involucraba en la defensa de los derechos humanos de la comunidad y en la defensa del territorio.

Myrna, nació en un lugar sembrado de planicies de trigo y canola, actualmente trabajado por jornaleros que labran la tierra para los nuevos dueños de la tierra que hasta hace poco les pertenecía. Ella tiene claro que la pérdida del idioma es responsabilidad del despojo de tierras y de costumbres, apoyado por el sistema. La lengua yoreme se ha ido perdiendo en el más grande de todos los pueblos indígenas que viven en el estado de Sonora. Por estos motivos, el sueño infantil toma forma en ella, como maestra y tejedora del tejido comunitario.

Lucero, jugaba de niña a ser un caballo y cabalgando cruzando el territorio sagrado y desértico del municipio de Tecate. Hija de Yolanda Meza, defensora del territorio, activista, sanadora y guía espiritual. A ellas y sus tres hermanas se debe en buena medida que la lengua de su pueblo no se pierda. Tienen un proyecto denominado “Las abuelas”, mediante el que enseñan tradiciones y lengua a los hijos, a las hijas y a los nietos y nietecitas.

Magdalena, reconoce que tuvo que haber un levantamiento en Chiapas para que ella volviera a hablar su lengua y regresara a portar su vestimenta. Reconociendo que lo más importante lo llevaba dentro. Recordó los tiempos difíciles, en donde les rociaban petróleo o gasolina a las manzanas o a las mandarinas para que les quedaran inservibles y les cortaban las trenzas. Participó en La Otra Campaña el año 2006, y Amnistía Internacional (AI) reconoció que los niveles de violencia fueron sumamente altos e incluso constataron violaciones sexuales a mujeres, Magdalena, fue detenida y llevaba al penal de Santiaguito. Estando dentro se dio cuenta que eran muchas las personas golpeadas y heridas. Se deprimió y no quería vivir, pero después pensó que en todas partes se puede trabajar y decidió ponerse a bordar. Su gran sueño sería la reivindicación del trabajo artesanal y que las dejaran de ver como personas vulnerables porque no lo son, y tienen la capacidad de hacer cosas.

María de Jesús, Marichuy, piensa que no hay lawen (hierba medicinal) que cure tanto desprecio y ella, como sanadora, apela en cada pueblo a la organización como único remedio. Por cada dolor se levanta una rebeldía. La gente no está dispuesta a que le sigan destruyendo su territorio, su tierra y su organización. Donde el problema está más fuerte surge más resistencia, más organización y más empeño por vivir. El hecho de que obliguen a los indígenas a dejar la lengua y el vestido, y a integrarse a una ‘civilización’ es negarles la posibilidad de seguir existiendo como son y piden respeto a lo que son, al territorio, a la tierra, a las plantas y a esa manera natural de organizarse.

El desafío de todas

Cada una de las mujeres del Concejo Indígena, tiene la responsabilidad de orientar a sus pueblos por el camino de la libertad que va unida con la vida. En un camino pedregoso en un México que invita a participar de los Programas de Gobierno que llegan disfrazados en ayuda, cuando en el fondo lo que quieren es controlar a la población.

Ello implica la resistencia directa y la participación de los jóvenes. Ellos no son el futuro, son el presente, son los que pueden construir algo real desde ellos mismos. Si bien ninguna se nombra como feminista, todas practican contra el patriarcado de forma cotidiana y las mujeres en las comunidades son una parte importante de la resistencia.

Marjorie Huaiqui Hernández

Poeta y pedagoga mapuche – champurria.

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