Desmanes
Varios autores. Mauricio Torres Paredes, Samuel Ibarra Covarrubias (Comp.)
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“Desmanes nace de un “principio de incertidumbre” estableciendo en su recorte una organización de textualidades distante de toda lógica clasificatoria industrial y modelos binarios que impidan los flujos líquidos entre fronteras. Su organización no reconoce los ordenamientos de un recorte industrializante. Activa contaminaciones y encabalgamientos para desatar una polisemia interpretativa. Su voz vagabundea por paisajes de lenguas y parajes vocales para desafiar una interpretación univoca, enmarcada y atrapada en la mirada teórica. Incertidumbre y fragilidad comparecen en esta voz que desde un yo desplazado a un nosotros, interroga a los muchos yoes que conforman ese Nosotros.
No hemos pretendido hacer una selección de autores, sino de textos. Asumimos la posible inexactitud de esta antología, al cargar tal vez con omisiones importantes. Por lo mismo, no la entregamos como referente sino como aproximación. La ponemos al alcance de los lectores, sin blindajes, ni visiones unilaterales, alejados de cualquier idea de plantearla como un registro exacto y definitivo.
Desmanes ensaya en su recorte un tanteo experimental para un problema acuciante, la fricción de dos territorios que problematizan la pregunta por lo político en la poesía de hoy. Por eso los textos convocados tienen para nosotros la capacidad de diseñar entre todos una planimetría sugerente, polémica y contradictoria. Son un territorio para pensar los problemas más axiales de nuestro acontecer contemporáneo. Las preguntas por la comunidad por ejemplo, entendiéndola como aquello que no viene a construir, sino al contrario a quebrar, a desinstalar.
Hemos acondicionado una voz bajo un ordenamiento otro de los textos que la hacen inteligible. Una gran voz que a la vez se hace imposible porque sus partes la crispan e interrogan, en diversos tonos y modulaciones, a cada paso de su tránsito. Así, desde su solidez frágil se levanta un habla descategorizada y en fuga, en constante riesgo de implosión y desborde. Capaz de hacer el quite a cualquier maniobra de captura.
En este soporte problemático, pensar las conexiones del poema podría parecer forzarlo a que entregue un “rendimiento crítico” mediante la socioligización de su voz. Sin embargo, nada más lejano a nuestras pretensiones. Este corpus nos sirve como acto de agenciamiento para postproducir epistemologías alternas que contribuyan a hacer frente al giro neoconservador que se ha cernido sobre la crítica literaria y cultural en nuestro continente.
El crítico americano John Beverley a este respecto sostiene “este giro es doblemente paradójico, primero, porque ocurre en el contexto del reciente re-surgimiento de las o las izquierdas latinoamericana/as y segundo porque se manifiesta principalmente desde la izquierda”. Si bien es cierto que estas discusiones parecieran tener su expresión en debates únicamente académicos, se desplazan con fuerza hacia la formación de modos de lectura que se asientan en criterios de especialidad. Es decir, “en el establecimiento de una ideología del profesionalismo y disciplinaridad centrada en las esferas de las humanidades”, vale decir, en protocolos de análisis y sistemas de comprensión crítica reduccionistas, que leen lo cultural desde enfoques iniciales y parcelados.
Transitamos por tiempos fracturados y contradichos en múltiples paradojas y descalces. La globalización y su promesa sólo se ha reducido a transformar en nominal toda soberanía. La economía nada tiene que ver con la política y los procesos de permanente desubjetivización activan hasta niveles increíbles la mercantilización de lo social. La única certeza que tenemos es el oscurantismo de destino social cuyo más seguro horizonte es la despolitización completa de todo. ¿Qué puede decir la poesía en un panorama donde la política parece haberse retirado? ¿Qué decir en los actuales escenarios vacíos y autorreferentes por la retórica neoliberal? Pensamos que cada poeta y su obra es ante todo una pregunta. Cada escritura en sí, es la aproximación a un contexto, mediante una estrategia de escritura/lectura que lee-arma y desarma un espacio tiempo. La fantasía de lo universal se rompe a medida que se aproxima la lupa respecto a los sentidos que los textos activan. Cada escritura puede leerse como localización de pensamiento/acción que descoloniza en su deambular lógicas civilizatorias de interpretación, esas que desatienden los juegos de fuerzas y relaciones que se ponen en práctica en las producciones culturales.
Hemos propuesto una ficción, una operación compleja y demandante. Riesgosa por cierto, pero necesaria pues creemos imperioso la ampliación consecutiva de marcos de interpretación frente a la pregunta por el sentido de la escritura poética hoy. Una escritura aguda y lucida, atenta a los tiempos y en permanente re-definición con los contextos en que dialoga y circula. Hemos pensado esta antología para co-accionar una operatoria radical en contra de una mirada que sigue erigiendo la figura general del gusto, naturalizando así de paso, complejos sistemas de inclusión, exclusión, ciframiento que portan en su interior todo tipo de colonizaciones y violencias, y que se plantean como “poéticas independientes” deslocalizadas y a-críticas. Poéticas de la contemplación a final de cuentas.
La relación entre poesía y política es antigua, densa y multiforme. Se nos hace difícil interpretar aquí pedagógicamente esa conexión, pues demandaría ordenar quirúrgicamente planos para desde allí interpretar los nodos donde se conectan y bifurcan. Pero sí podemos señalar de manera contundente que lo político en el arte se ha comprendido mayoritariamente en el tiempo bajo la figura de la Corrosión. Es en lo lingüístico donde opera mayoritariamente esta figura, trabajando sin contemplaciones contra retóricas del consenso. En ese espacio se exalta una verdad inmutable que el discurso poético transgrede para hacer detonar sus sentidos interventores. Impone así su desacato con una experiencia única y la revierte en versiones múltiples e irrepetibles. Aparece acá una poética capaz de atomizar soportes, referentes y materias verbales, re-semantizando en movimientos diacrónicos su carácter de lengua social.
La relación entre poesía y política es una relación alterable, inestable y ambigua. Se erige desde desplazamientos anárquicos pues porta de manera propia un abanico de valores independientes entre sí, contradictorios y difusos. Sin embargo mantiene una férrea y atenta conexión con el tiempo histórico por donde cruza. Aquella relación con el tiempo, no se circunscribe sólo al presente, sino también con su rol anticipatorio; la capacidad incluso de problematizar asuntos de los que aún nada sabemos con certeza o sólo se manifiestan de un solo modo.
Ese ajuste con el tiempo es lo que nos hace pensar lo problemático que resulta asumir una sola forma de evidenciar la relación entre poesía y política. Al ser un espacio en continuo cambio, se contextualiza a cada instante a medida de que se filtra entre ambas los espesores de los particularismos territoriales desde donde son emitidos.
Creemos sugerente transitar desde una relación de Poesía Política a poesía y política, así se eluden totalizaciones y se opta por estrategias minoritarias para leer los intersticios de ciertos contenidos salvíficos de algunos discursos. Algunas figuras discursivas pueden releerse productivamente a contrapelo de modas o corrientes que las deprecian o las vacían de espesor, dejándolas como piezas de museo carentes de toda heroicidad y que antaño le reportaron prestigio y aura.
Una relación fecunda entre poesía y política podría transformar la experiencia con y el lenguaje mediante un ejercicio de lectura radical del mundo y del contexto. Una operacionalización que es ante todo operativo de lectura implacable, para desorganizar sus modos de legibilidad desmontando y o descifrando sus regímenes de composición
Es necesario para poder visibilizar mejor la relación que esta obra propone, revisar algunas conceptualizaciones que a política se refieren. Entender desde un momento inicial la Política como práctica y como ideal, vale decir como un proceso siempre inconcluso. Un encadenamiento relacionable que siempre vincula una realidad con otra; es decir la política es ante todo un espacio en construcción, un juego dialéctico que posibilita un desencadenamiento de hechos, que siempre es ante todo una posibilidad más que un hecho asegurado. Múltiples dimensiones que se configuran desde lo político suponen entender la configuración de un espacio cercenado por diferencias y antagonismos. Por eso, más que pensarse puramente como resultado de un proceso histórico, lo político está ligado a una noción de aconteciendo que rompe indefectiblemente la continuidad de un tiempo histórico. Estos acontecimientos crean lógicas propias mediante la creación de espacios también propios. En este marco tiene un sentido fundamental el lugar del ciudadano y su expresión de vía activa. El sujeto político aparece acá en condición de “falla” e “intervalo”, un “estar- junto como estar-entre los nombres, las identidades y las culturas” (Ranciére).
Lo político es ante todo un sistema de relaciones que altera toda ficción o representación que el arte (la poesía en este caso) haga de la realidad. Conmociona símbolos y perturba sobreimpresiones. Así, propiedades y denominaciones adquieren una “existencia suspensiva”, atravesada de disensos, alteraciones e interrupciones. Una distancia importante entre “lo decible y lo vivible”.
Establecer, articular una diferencia es en definitiva el sentido de la política, pero la política no es ningún caso un espacio naturalmente dado, desde su condición provisoria, la política justamente rompería con ordenes naturalmente dados. Tampoco opone necesariamente intereses diferentes de grupos, sino lógicas de organización de sentidos. Pensar lo político no supone automáticamente pensar el ejercicio del poder, sino un modo de actuar desde una racionalidad propia que hace justamente pensar a ese sujeto que actúa. Esa actuación se define desde una acción paradójica; su participación en los contrarios. Si hay una función de la política, ésta sería la definición y configuración de su propio espacio, es decir poner en evidencia como a partir de colisiones y desasosiegos aparece el sujeto y su mundo. Ese sujeto se devela desde el discenso, haciéndolo pasar desde un puro espacio de flujo y circulación a otro de manifestación de una individualidad.
Es por eso que la política es siempre una ruptura de posiciones entre el ejercicio de un poderío y aquel que lo padece. Es una ruptura desde el litigio contra una idea de evolución normal, enraizada en modos de subjetivación discontinuos que abran paso a mostrar las diferencias de la sociedad, incluso las diferencias con ella misma. Acá el consenso juega un rol fundamental. Todo consenso es en definitiva la anulación del discenso con que rearticula lo político en la política, vale decir, retornar a un estado natural de las cosas. Determinar el consenso como maniobra para desactivar la política es pretender que ella también desparezca. Es así como en los discursos que apelan al desmontaje de las diferencias, subsumen un deseo tácito de desmovilizar el necesario desacuerdo para la función política de la palabra. El capitalismo ha decretado caduca a la política, se le decreta no necesaria y sólo atingente a competencias estatales o puramente institucionales. Restándole al espacio social su lugar como campo de disputa y esfera de existencia de la política.
Este recorrido conceptual es muy necesario para pensar lo social y lo simbólico como zonas de disputas para configurar desajustes donde la poesía pueda corroer economías de sentidos homogenizadores y totalizantes. Una poesía que ha debido debatirse desde ya largos años en un espacio cultural signado por la crisis de lo político. Una crisis de la representación, donde aparentemente resulta ingenuo y nostálgico insistir en escrituras resistentes a los regímenes de circulación y mercadeo y sus axiomas de superficie.
La eficacia de las hegemonías neoliberales se ha sellado en la imposición de un pensamiento consensual, que activa en los mismos sectores que subalterniza un estado de inmovilidad e institución de límites a un pensamiento que va más allá de su propia racionalidad. La hegemonía implica necesariamente un proceso de estructuración de las relaciones sociopolíticas y esas relaciones necesariamente deben economizar al máximo su imaginación cultural y política.
La poesía de estos tiempos asienta su eficacia, creemos, en un permanente accionar subalternante, un accionar contra-hegemónico que extiende campos de sentidos y modifica las fronteras de la imaginación, ampliando el repertorio del lenguaje, el desafío de repolitizar a la política, dotándola de nuevos impulsos creativos y rebeldes”.

Mauricio Torres Paredes- Samuel Ibarra Covarrubias

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Desmanes
Varios autores. Mauricio Torres Paredes, Samuel Ibarra Covarrubias (Comp.)

“Desmanes nace de un “principio de incertidumbre” estableciendo en su recorte una organización de textualidades distante de toda lógica clasificatoria industrial y modelos binarios que impidan los flujos líquidos entre fronteras. Su organización no reconoce los ordenamientos de un recorte industrializante. Activa contaminaciones y encabalgamientos para desatar una polisemia interpretativa. Su voz vagabundea por paisajes de lenguas y parajes vocales para desafiar una interpretación univoca, enmarcada y atrapada en la mirada teórica. Incertidumbre y fragilidad comparecen en esta voz que desde un yo desplazado a un nosotros, interroga a los muchos yoes que conforman ese Nosotros.
No hemos pretendido hacer una selección de autores, sino de textos. Asumimos la posible inexactitud de esta antología, al cargar tal vez con omisiones importantes. Por lo mismo, no la entregamos como referente sino como aproximación. La ponemos al alcance de los lectores, sin blindajes, ni visiones unilaterales, alejados de cualquier idea de plantearla como un registro exacto y definitivo.
Desmanes ensaya en su recorte un tanteo experimental para un problema acuciante, la fricción de dos territorios que problematizan la pregunta por lo político en la poesía de hoy. Por eso los textos convocados tienen para nosotros la capacidad de diseñar entre todos una planimetría sugerente, polémica y contradictoria. Son un territorio para pensar los problemas más axiales de nuestro acontecer contemporáneo. Las preguntas por la comunidad por ejemplo, entendiéndola como aquello que no viene a construir, sino al contrario a quebrar, a desinstalar.
Hemos acondicionado una voz bajo un ordenamiento otro de los textos que la hacen inteligible. Una gran voz que a la vez se hace imposible porque sus partes la crispan e interrogan, en diversos tonos y modulaciones, a cada paso de su tránsito. Así, desde su solidez frágil se levanta un habla descategorizada y en fuga, en constante riesgo de implosión y desborde. Capaz de hacer el quite a cualquier maniobra de captura.
En este soporte problemático, pensar las conexiones del poema podría parecer forzarlo a que entregue un “rendimiento crítico” mediante la socioligización de su voz. Sin embargo, nada más lejano a nuestras pretensiones. Este corpus nos sirve como acto de agenciamiento para postproducir epistemologías alternas que contribuyan a hacer frente al giro neoconservador que se ha cernido sobre la crítica literaria y cultural en nuestro continente.
El crítico americano John Beverley a este respecto sostiene “este giro es doblemente paradójico, primero, porque ocurre en el contexto del reciente re-surgimiento de las o las izquierdas latinoamericana/as y segundo porque se manifiesta principalmente desde la izquierda”. Si bien es cierto que estas discusiones parecieran tener su expresión en debates únicamente académicos, se desplazan con fuerza hacia la formación de modos de lectura que se asientan en criterios de especialidad. Es decir, “en el establecimiento de una ideología del profesionalismo y disciplinaridad centrada en las esferas de las humanidades”, vale decir, en protocolos de análisis y sistemas de comprensión crítica reduccionistas, que leen lo cultural desde enfoques iniciales y parcelados.
Transitamos por tiempos fracturados y contradichos en múltiples paradojas y descalces. La globalización y su promesa sólo se ha reducido a transformar en nominal toda soberanía. La economía nada tiene que ver con la política y los procesos de permanente desubjetivización activan hasta niveles increíbles la mercantilización de lo social. La única certeza que tenemos es el oscurantismo de destino social cuyo más seguro horizonte es la despolitización completa de todo. ¿Qué puede decir la poesía en un panorama donde la política parece haberse retirado? ¿Qué decir en los actuales escenarios vacíos y autorreferentes por la retórica neoliberal? Pensamos que cada poeta y su obra es ante todo una pregunta. Cada escritura en sí, es la aproximación a un contexto, mediante una estrategia de escritura/lectura que lee-arma y desarma un espacio tiempo. La fantasía de lo universal se rompe a medida que se aproxima la lupa respecto a los sentidos que los textos activan. Cada escritura puede leerse como localización de pensamiento/acción que descoloniza en su deambular lógicas civilizatorias de interpretación, esas que desatienden los juegos de fuerzas y relaciones que se ponen en práctica en las producciones culturales.
Hemos propuesto una ficción, una operación compleja y demandante. Riesgosa por cierto, pero necesaria pues creemos imperioso la ampliación consecutiva de marcos de interpretación frente a la pregunta por el sentido de la escritura poética hoy. Una escritura aguda y lucida, atenta a los tiempos y en permanente re-definición con los contextos en que dialoga y circula. Hemos pensado esta antología para co-accionar una operatoria radical en contra de una mirada que sigue erigiendo la figura general del gusto, naturalizando así de paso, complejos sistemas de inclusión, exclusión, ciframiento que portan en su interior todo tipo de colonizaciones y violencias, y que se plantean como “poéticas independientes” deslocalizadas y a-críticas. Poéticas de la contemplación a final de cuentas.
La relación entre poesía y política es antigua, densa y multiforme. Se nos hace difícil interpretar aquí pedagógicamente esa conexión, pues demandaría ordenar quirúrgicamente planos para desde allí interpretar los nodos donde se conectan y bifurcan. Pero sí podemos señalar de manera contundente que lo político en el arte se ha comprendido mayoritariamente en el tiempo bajo la figura de la Corrosión. Es en lo lingüístico donde opera mayoritariamente esta figura, trabajando sin contemplaciones contra retóricas del consenso. En ese espacio se exalta una verdad inmutable que el discurso poético transgrede para hacer detonar sus sentidos interventores. Impone así su desacato con una experiencia única y la revierte en versiones múltiples e irrepetibles. Aparece acá una poética capaz de atomizar soportes, referentes y materias verbales, re-semantizando en movimientos diacrónicos su carácter de lengua social.
La relación entre poesía y política es una relación alterable, inestable y ambigua. Se erige desde desplazamientos anárquicos pues porta de manera propia un abanico de valores independientes entre sí, contradictorios y difusos. Sin embargo mantiene una férrea y atenta conexión con el tiempo histórico por donde cruza. Aquella relación con el tiempo, no se circunscribe sólo al presente, sino también con su rol anticipatorio; la capacidad incluso de problematizar asuntos de los que aún nada sabemos con certeza o sólo se manifiestan de un solo modo.
Ese ajuste con el tiempo es lo que nos hace pensar lo problemático que resulta asumir una sola forma de evidenciar la relación entre poesía y política. Al ser un espacio en continuo cambio, se contextualiza a cada instante a medida de que se filtra entre ambas los espesores de los particularismos territoriales desde donde son emitidos.
Creemos sugerente transitar desde una relación de Poesía Política a poesía y política, así se eluden totalizaciones y se opta por estrategias minoritarias para leer los intersticios de ciertos contenidos salvíficos de algunos discursos. Algunas figuras discursivas pueden releerse productivamente a contrapelo de modas o corrientes que las deprecian o las vacían de espesor, dejándolas como piezas de museo carentes de toda heroicidad y que antaño le reportaron prestigio y aura.
Una relación fecunda entre poesía y política podría transformar la experiencia con y el lenguaje mediante un ejercicio de lectura radical del mundo y del contexto. Una operacionalización que es ante todo operativo de lectura implacable, para desorganizar sus modos de legibilidad desmontando y o descifrando sus regímenes de composición
Es necesario para poder visibilizar mejor la relación que esta obra propone, revisar algunas conceptualizaciones que a política se refieren. Entender desde un momento inicial la Política como práctica y como ideal, vale decir como un proceso siempre inconcluso. Un encadenamiento relacionable que siempre vincula una realidad con otra; es decir la política es ante todo un espacio en construcción, un juego dialéctico que posibilita un desencadenamiento de hechos, que siempre es ante todo una posibilidad más que un hecho asegurado. Múltiples dimensiones que se configuran desde lo político suponen entender la configuración de un espacio cercenado por diferencias y antagonismos. Por eso, más que pensarse puramente como resultado de un proceso histórico, lo político está ligado a una noción de aconteciendo que rompe indefectiblemente la continuidad de un tiempo histórico. Estos acontecimientos crean lógicas propias mediante la creación de espacios también propios. En este marco tiene un sentido fundamental el lugar del ciudadano y su expresión de vía activa. El sujeto político aparece acá en condición de “falla” e “intervalo”, un “estar- junto como estar-entre los nombres, las identidades y las culturas” (Ranciére).
Lo político es ante todo un sistema de relaciones que altera toda ficción o representación que el arte (la poesía en este caso) haga de la realidad. Conmociona símbolos y perturba sobreimpresiones. Así, propiedades y denominaciones adquieren una “existencia suspensiva”, atravesada de disensos, alteraciones e interrupciones. Una distancia importante entre “lo decible y lo vivible”.
Establecer, articular una diferencia es en definitiva el sentido de la política, pero la política no es ningún caso un espacio naturalmente dado, desde su condición provisoria, la política justamente rompería con ordenes naturalmente dados. Tampoco opone necesariamente intereses diferentes de grupos, sino lógicas de organización de sentidos. Pensar lo político no supone automáticamente pensar el ejercicio del poder, sino un modo de actuar desde una racionalidad propia que hace justamente pensar a ese sujeto que actúa. Esa actuación se define desde una acción paradójica; su participación en los contrarios. Si hay una función de la política, ésta sería la definición y configuración de su propio espacio, es decir poner en evidencia como a partir de colisiones y desasosiegos aparece el sujeto y su mundo. Ese sujeto se devela desde el discenso, haciéndolo pasar desde un puro espacio de flujo y circulación a otro de manifestación de una individualidad.
Es por eso que la política es siempre una ruptura de posiciones entre el ejercicio de un poderío y aquel que lo padece. Es una ruptura desde el litigio contra una idea de evolución normal, enraizada en modos de subjetivación discontinuos que abran paso a mostrar las diferencias de la sociedad, incluso las diferencias con ella misma. Acá el consenso juega un rol fundamental. Todo consenso es en definitiva la anulación del discenso con que rearticula lo político en la política, vale decir, retornar a un estado natural de las cosas. Determinar el consenso como maniobra para desactivar la política es pretender que ella también desparezca. Es así como en los discursos que apelan al desmontaje de las diferencias, subsumen un deseo tácito de desmovilizar el necesario desacuerdo para la función política de la palabra. El capitalismo ha decretado caduca a la política, se le decreta no necesaria y sólo atingente a competencias estatales o puramente institucionales. Restándole al espacio social su lugar como campo de disputa y esfera de existencia de la política.
Este recorrido conceptual es muy necesario para pensar lo social y lo simbólico como zonas de disputas para configurar desajustes donde la poesía pueda corroer economías de sentidos homogenizadores y totalizantes. Una poesía que ha debido debatirse desde ya largos años en un espacio cultural signado por la crisis de lo político. Una crisis de la representación, donde aparentemente resulta ingenuo y nostálgico insistir en escrituras resistentes a los regímenes de circulación y mercadeo y sus axiomas de superficie.
La eficacia de las hegemonías neoliberales se ha sellado en la imposición de un pensamiento consensual, que activa en los mismos sectores que subalterniza un estado de inmovilidad e institución de límites a un pensamiento que va más allá de su propia racionalidad. La hegemonía implica necesariamente un proceso de estructuración de las relaciones sociopolíticas y esas relaciones necesariamente deben economizar al máximo su imaginación cultural y política.
La poesía de estos tiempos asienta su eficacia, creemos, en un permanente accionar subalternante, un accionar contra-hegemónico que extiende campos de sentidos y modifica las fronteras de la imaginación, ampliando el repertorio del lenguaje, el desafío de repolitizar a la política, dotándola de nuevos impulsos creativos y rebeldes”.

Mauricio Torres Paredes- Samuel Ibarra Covarrubias

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