Movimiento de Izquierda Revolucionaria
Coyunturas, documentos y vivencias. TOMO II: 1970-1973
Carlos Sandoval Ambiado
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No es posible retractarse de lo que hicimos en el pasado… ¡si lo arriesgamos todo por lo que sentimos como una causa justa, superior a nosotros mismos! ¡Si se trataba de pelear por nuestros “viejos”, por todos esos viejos que habían soportado, por tres o cuatro generaciones, el mismo castigo del mismo sistema de dominación! ¡No es posible retractarse de lo que fuimos, porque, al ser lo que fuimos, seguimos siendo lo que somos!
¿Es que somos todavía ese niño que vio a sus viejos trabajar humillados bajo el desprecio indiferente de sus patrones? ¿Es que el joven y el hombre adulto que llegamos a ser no llegaron a borrar –con todo lo que hicimos– la imagen de ese niño abrumado por el cansancio y la fatiga de sus viejos? ¿Es que ese gran héroe colectivo que en los años ‘60 levantamos entre todos –con los recuerdos infantiles de todos– murió en la gran batalla de los ‘70 sin que hubiera muerto el niño que fuimos? ¿Cuál es, para estos últimos treinta o cuarenta años, la verdadera historia vivida, o que estamos viviendo? ¿Es la historia de nuestro héroe colectivo que cayó en la refriega, o es la historia de los sentimientos que nos condujeron a imaginar, levantar y movilizar ese héroe colectivo? ¿Qué es lo que no debemos olvidar: el gran héroe que no venció, o el sentimiento que tuvimos cuando niños, que nos sigue todavía dondequiera que vamos? ¿Qué es, en suma, lo que no ha sido derrotado en nosotros y de nosotros?
Cuarenta años después, nos miramos los rostros, nos vemos las canas, nos contamos lo achaques, pero tenemos la nítida sensación de que compartimos, como siempre, la misma vieja rebeldía. La misma antigua fraternidad. Y cuando sentimos eso, volvemos a ser jóvenes. Volvemos a ser niños. Y como que, delante de nosotros, se abren las grandes alamedas. Las de siempre. Las mismas tareas de antaño, delante de la imagen fatigada de todos esos mismos viejos que nos dieron la vida. Y la rabia. Y la razón de vivir y de hacer historia. Y cuando sentimos eso, percibimos cómo respira el entorno nuestro, nuevos jóvenes que van buscando su razón de vida, su rabia de vivir la vida con un sentido superior. Y nos sentimos de nuevo en tropel, marchando al mismo horizonte de ayer y de hoy. ¡Que se cuiden los que se creen dueños del destino de todos! ¡Que se cuiden los que creen haber vencido para siempre! No nos han extinguido: seguimos, desde dentro de nuestros recuerdos, tal vez como topos ciegos, pero horadantes, conectando todas nuestras viejas y nuevas madrigueras.
Este libro quiere ser lo que siempre hemos sido: niños que, al ver lo que ven, miran hacia delante. Que ocurra lo que ocurra –derrotas, torturas, muertes, tristeza– siguen mirando hacia adelante. Es un libro que cuenta el tiempo en que el gran héroe que, con nuestras imágenes juveniles, levantamos entre todos –el Movimiento de Izquierda Revolucionaria– se jugó el todo por el todo, perdiendo la batalla. Pero es también un libro que, contando lo que ocurrió en ese tiempo, cuenta también lo que no se perdió en la batalla. Lo que quedó vivo. Lo que nadie puede matar: el sentimiento de vivir por valores superiores, cuando estos valores superiores, negados entonces, negados después, se siguen negando hoy. Nuestra derrota no es más que la confirmación de que ese sentimiento no fue derrotado.
Este libro nace y vibra con ese sentimiento. Un sentimiento que se mantiene puro, ingenuamente puro, porque vuelve una y otra vez a esa visión de niño. A esa rebeldía del joven que asumió profundamente sus sentimientos de niñez. A esa juventud de viejo que no morirá jamás. Sobre todo, porque el sistema que oprimió a todos los viejos del “bajo pueblo” en el pasado, sigue oprimiendo hoy a hombres y mujeres, jóvenes y niños de ese mismo bajo pueblo. Sólo que de otra manera. Menos visiblemente. Demostrando menos desprecio público. Ocultando sus garras detrás de planos y subplanos, de escenarios y bambalinas, de imágenes y simbolismos, de promesas y discursos. Detrás, también, de muchos incautos que creen en todo eso, olvidando o traicionando lo que alguna vez, cuando niños o cuando jóvenes, sintieron y creyeron.
Hoy estamos dominados por un sistema que se disfraza todos los días, a cada minuto, para no mostrar lo que es. Nosotros, los rebeldes viejos, ya lo sabemos. Los jóvenes de hoy, que hormiguean por todas partes, lo intuyen también, claramente. No se equivocan. Y van también como otros topos ciegos, abriendo camino, haciendo confluir, poco a poco, sus propias madrigueras, rumbo a la construcción de su propio gran héroe colectivo. Que tal vez no sea igual al nuestro. Que tal vez sea muy diferente al nuestro. Pues cada niño, cada generación rebelde, levanta su propia utopía, su propio gigante colectivo, su propio caballo de batalla, su propia idea de revolución. Como esas olas y mareas que, una y otra vez, cumplen con su obligación moral de embestir contra el mismo acantilado. Una y otra vez, incansablemente, hasta que caiga.
Este libro, por todo eso, es la historia honesta y transparente de un rebelde. Que es como decir la historia eterna de todos los revolucionarios. Es la historia rebelde de Carlos Sandoval Ambiado, que partió el día en que lloró de impotencia, en las afueras de su colegio, al ver a su padre humillado por los patrones. Es la larga y no derribada historia de un sentimiento. De una lealtad. Que puede, en estas páginas, querer mostrar la historia de nuestro común héroe colectivo –el MIR–, pero que no puede disimular lo que realmente es: la historia de un sentimiento que no ha sido derrotado. Y que aún está vivo, latente, cálido, abierto, dispuesto a hermanarse con las nuevas rebeldías.
El niño está todavía allí. Sigue allí. Su “viejo” está también, fatigado, allí. El sistema dominante, sobre ellos, embriagado, ufano, celebra un triunfo que cree definitivo. Ignorante de los topos que, sin desfallecer jamás, cavan madrigueras bajo sus pies.

Gabriel Salazar
La Reina, mayo 2004

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Movimiento de Izquierda Revolucionaria
Coyunturas, documentos y vivencias. TOMO II: 1970-1973
Carlos Sandoval Ambiado

No es posible retractarse de lo que hicimos en el pasado… ¡si lo arriesgamos todo por lo que sentimos como una causa justa, superior a nosotros mismos! ¡Si se trataba de pelear por nuestros “viejos”, por todos esos viejos que habían soportado, por tres o cuatro generaciones, el mismo castigo del mismo sistema de dominación! ¡No es posible retractarse de lo que fuimos, porque, al ser lo que fuimos, seguimos siendo lo que somos!
¿Es que somos todavía ese niño que vio a sus viejos trabajar humillados bajo el desprecio indiferente de sus patrones? ¿Es que el joven y el hombre adulto que llegamos a ser no llegaron a borrar –con todo lo que hicimos– la imagen de ese niño abrumado por el cansancio y la fatiga de sus viejos? ¿Es que ese gran héroe colectivo que en los años ‘60 levantamos entre todos –con los recuerdos infantiles de todos– murió en la gran batalla de los ‘70 sin que hubiera muerto el niño que fuimos? ¿Cuál es, para estos últimos treinta o cuarenta años, la verdadera historia vivida, o que estamos viviendo? ¿Es la historia de nuestro héroe colectivo que cayó en la refriega, o es la historia de los sentimientos que nos condujeron a imaginar, levantar y movilizar ese héroe colectivo? ¿Qué es lo que no debemos olvidar: el gran héroe que no venció, o el sentimiento que tuvimos cuando niños, que nos sigue todavía dondequiera que vamos? ¿Qué es, en suma, lo que no ha sido derrotado en nosotros y de nosotros?
Cuarenta años después, nos miramos los rostros, nos vemos las canas, nos contamos lo achaques, pero tenemos la nítida sensación de que compartimos, como siempre, la misma vieja rebeldía. La misma antigua fraternidad. Y cuando sentimos eso, volvemos a ser jóvenes. Volvemos a ser niños. Y como que, delante de nosotros, se abren las grandes alamedas. Las de siempre. Las mismas tareas de antaño, delante de la imagen fatigada de todos esos mismos viejos que nos dieron la vida. Y la rabia. Y la razón de vivir y de hacer historia. Y cuando sentimos eso, percibimos cómo respira el entorno nuestro, nuevos jóvenes que van buscando su razón de vida, su rabia de vivir la vida con un sentido superior. Y nos sentimos de nuevo en tropel, marchando al mismo horizonte de ayer y de hoy. ¡Que se cuiden los que se creen dueños del destino de todos! ¡Que se cuiden los que creen haber vencido para siempre! No nos han extinguido: seguimos, desde dentro de nuestros recuerdos, tal vez como topos ciegos, pero horadantes, conectando todas nuestras viejas y nuevas madrigueras.
Este libro quiere ser lo que siempre hemos sido: niños que, al ver lo que ven, miran hacia delante. Que ocurra lo que ocurra –derrotas, torturas, muertes, tristeza– siguen mirando hacia adelante. Es un libro que cuenta el tiempo en que el gran héroe que, con nuestras imágenes juveniles, levantamos entre todos –el Movimiento de Izquierda Revolucionaria– se jugó el todo por el todo, perdiendo la batalla. Pero es también un libro que, contando lo que ocurrió en ese tiempo, cuenta también lo que no se perdió en la batalla. Lo que quedó vivo. Lo que nadie puede matar: el sentimiento de vivir por valores superiores, cuando estos valores superiores, negados entonces, negados después, se siguen negando hoy. Nuestra derrota no es más que la confirmación de que ese sentimiento no fue derrotado.
Este libro nace y vibra con ese sentimiento. Un sentimiento que se mantiene puro, ingenuamente puro, porque vuelve una y otra vez a esa visión de niño. A esa rebeldía del joven que asumió profundamente sus sentimientos de niñez. A esa juventud de viejo que no morirá jamás. Sobre todo, porque el sistema que oprimió a todos los viejos del “bajo pueblo” en el pasado, sigue oprimiendo hoy a hombres y mujeres, jóvenes y niños de ese mismo bajo pueblo. Sólo que de otra manera. Menos visiblemente. Demostrando menos desprecio público. Ocultando sus garras detrás de planos y subplanos, de escenarios y bambalinas, de imágenes y simbolismos, de promesas y discursos. Detrás, también, de muchos incautos que creen en todo eso, olvidando o traicionando lo que alguna vez, cuando niños o cuando jóvenes, sintieron y creyeron.
Hoy estamos dominados por un sistema que se disfraza todos los días, a cada minuto, para no mostrar lo que es. Nosotros, los rebeldes viejos, ya lo sabemos. Los jóvenes de hoy, que hormiguean por todas partes, lo intuyen también, claramente. No se equivocan. Y van también como otros topos ciegos, abriendo camino, haciendo confluir, poco a poco, sus propias madrigueras, rumbo a la construcción de su propio gran héroe colectivo. Que tal vez no sea igual al nuestro. Que tal vez sea muy diferente al nuestro. Pues cada niño, cada generación rebelde, levanta su propia utopía, su propio gigante colectivo, su propio caballo de batalla, su propia idea de revolución. Como esas olas y mareas que, una y otra vez, cumplen con su obligación moral de embestir contra el mismo acantilado. Una y otra vez, incansablemente, hasta que caiga.
Este libro, por todo eso, es la historia honesta y transparente de un rebelde. Que es como decir la historia eterna de todos los revolucionarios. Es la historia rebelde de Carlos Sandoval Ambiado, que partió el día en que lloró de impotencia, en las afueras de su colegio, al ver a su padre humillado por los patrones. Es la larga y no derribada historia de un sentimiento. De una lealtad. Que puede, en estas páginas, querer mostrar la historia de nuestro común héroe colectivo –el MIR–, pero que no puede disimular lo que realmente es: la historia de un sentimiento que no ha sido derrotado. Y que aún está vivo, latente, cálido, abierto, dispuesto a hermanarse con las nuevas rebeldías.
El niño está todavía allí. Sigue allí. Su “viejo” está también, fatigado, allí. El sistema dominante, sobre ellos, embriagado, ufano, celebra un triunfo que cree definitivo. Ignorante de los topos que, sin desfallecer jamás, cavan madrigueras bajo sus pies.

Gabriel Salazar
La Reina, mayo 2004

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Carlos Sandoval Ambiado

Profesor de Historia y Geografía e historiador especializado en Historia Popular y del Movimiento Obrero. Nacido en Penco, Concepción, hijo de dirigente obrero. Desde joven estuvo ligado a las luchas populares de la zona. Realizó simultáneamente estudios superiores en la Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Concepción. Fue detenido a fines del año 75, debiendo salir con destino a Alemania Federal, donde fue becado para continuar sus estudios en la Universidad Karl Ruprecht, Heidelberg. Regresó al país para sumarse a la lucha por la democracia a inicios de la década del ’80.
Culminó sus estudios en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Cuenta con el grado académico de Magister en Educación (Universidad Diego Portales) y Doctor en Procesos Sociales y Políticos con mención en Historia (Universidad ARCIS)
Se ha desempeñado como profesor en la Universidad Los Lagos (Campus Santiago) y Universidad del Mar. Actualmente imparte clases en la Universidad de Viña del Mar.

Es autor de las obras “Carbón: cien años de historia”; “De Subterra a Subsole: el fin de un ciclo”; “MIR: una historia”; “Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 1970-1973. Coyunturas, Documentos y Vivencias”; Movimiento de Izquierda Revolucionaria. 1973-1980. Coyunturas y Vivencias”. Además ha escrito varios artículos entre los que destacan “Educación Popular en Movimiento en América Latina: ¿Paradigma Replicable?, Revista América Latina, Universidad ARCIS. “Revolución Pingüina: Testimonios y Reflexiones desde el Futuro”. Revista Movimientos Sociales, Escuela de Historia Social, Universidad Bolivariana.

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