“Sin importar si viven en el campo o en la ciudad, muy pocos chilenos y chilenas saben de qué hablamos cuando hablamos de transgénicos. Por eso estamos publicando este libro. Es un tema que se discute globalmente con intensidad a nivel científico y ciudadano. Pero en nuestro país este debate no encuentra espacio en la prensa tradicional ni en la televisión, salvo el facilitado a los comunicados de relaciones públicas de las empresas transnacionales vinculadas a este lucrativo y dañino negocio, que son grandes avisadores en los medios de comunicación.
En Chile aún estamos a tiempo para detener los cultivos transgénicos. Por eso, estamos apoyando la discusión inmediata y urgente, y la consiguiente aprobación y promulgación del proyecto de ley de Moratoria a los Transgénicos (Boletín 8.507-11) presentado en 2011 al Senado por siete senadores encabezados por la actual ministra secretaria de gobierno Ximena Rincón, que no ha sido discutido hasta ahora ni tiene fijada urgencia.
Los cultivos transgénicos ocupan menos de un 2% de la superficie total cultivable del país, pero los gobiernos de turno presionados por las corporaciones transnacionales aspiran a aumentar la superficie y expandir los actuales semilleros hacia el mercado interno. La actual normativa no permite cultivar transgénicos para el mercado interno pero incentiva su exportación, con escasa o nula fiscalización de sus riesgos. Chile es conocido como exportador de semillas por las ventajas comparativas que su territorio ofrece, sin embargo, en un mundo donde la tendencia a consumir alimentos sanos está en alza, ha escogido exportar mayoritariamente semillas transgénicas al norte global, reduciendo la importancia de la exportación de semillas convencionales y perdiendo mercados importantes como los de Rusia y otros países que no permiten los transgénicos y/o requieren semillas para contar con una alimentación sana. Estos monocultivos transgénicos de exportación son intensivos en el uso de agrotóxicos y fertilizantes que contaminan los suelos, el agua y generan efectos dañinos en los trabajadores y trabajadoras agrícolas y en la salud de las personas, como se ve en los capítulos de este libro. No existen cultivos comerciales de transgénicos que se utilicen sin herbicidas, y algunos de estos cultivos son además plantas insecticidas.
Desde Chile y mediante subcontratación de predios agrícolas, Monsanto, Dupont/Pioneer y otras empresas agrupadas en ANPROS (Asociación Nacional de Exportadores de Semillas) proveen de semillas transgénicas a Estados Unidos y Canadá, entre otros grandes productores de cultivos transgénicos. En la temporada 2012-2013, se exportaron semillas transgénicas de maíz, raps, soya, y tomate, según informa el Servicio Agrícola y Ganadero SAG. Estas semillas, importadas desde Estados Unidos u otro país del norte son reproducidas o multiplicadas mediante el cruzamiento del transgénico original resistente a uno o más plaguicidas, con semillas híbridas que le confieren sus características de tamaño, color y rendimiento”.
Extracto de la introducción a la edición chilena
Quimantú / RAP-Chile
“Sin importar si viven en el campo o en la ciudad, muy pocos chilenos y chilenas saben de qué hablamos cuando hablamos de transgénicos. Por eso estamos publicando este libro. Es un tema que se discute globalmente con intensidad a nivel científico y ciudadano. Pero en nuestro país este debate no encuentra espacio en la prensa tradicional ni en la televisión, salvo el facilitado a los comunicados de relaciones públicas de las empresas transnacionales vinculadas a este lucrativo y dañino negocio, que son grandes avisadores en los medios de comunicación.
En Chile aún estamos a tiempo para detener los cultivos transgénicos. Por eso, estamos apoyando la discusión inmediata y urgente, y la consiguiente aprobación y promulgación del proyecto de ley de Moratoria a los Transgénicos (Boletín 8.507-11) presentado en 2011 al Senado por siete senadores encabezados por la actual ministra secretaria de gobierno Ximena Rincón, que no ha sido discutido hasta ahora ni tiene fijada urgencia.
Los cultivos transgénicos ocupan menos de un 2% de la superficie total cultivable del país, pero los gobiernos de turno presionados por las corporaciones transnacionales aspiran a aumentar la superficie y expandir los actuales semilleros hacia el mercado interno. La actual normativa no permite cultivar transgénicos para el mercado interno pero incentiva su exportación, con escasa o nula fiscalización de sus riesgos. Chile es conocido como exportador de semillas por las ventajas comparativas que su territorio ofrece, sin embargo, en un mundo donde la tendencia a consumir alimentos sanos está en alza, ha escogido exportar mayoritariamente semillas transgénicas al norte global, reduciendo la importancia de la exportación de semillas convencionales y perdiendo mercados importantes como los de Rusia y otros países que no permiten los transgénicos y/o requieren semillas para contar con una alimentación sana. Estos monocultivos transgénicos de exportación son intensivos en el uso de agrotóxicos y fertilizantes que contaminan los suelos, el agua y generan efectos dañinos en los trabajadores y trabajadoras agrícolas y en la salud de las personas, como se ve en los capítulos de este libro. No existen cultivos comerciales de transgénicos que se utilicen sin herbicidas, y algunos de estos cultivos son además plantas insecticidas.
Desde Chile y mediante subcontratación de predios agrícolas, Monsanto, Dupont/Pioneer y otras empresas agrupadas en ANPROS (Asociación Nacional de Exportadores de Semillas) proveen de semillas transgénicas a Estados Unidos y Canadá, entre otros grandes productores de cultivos transgénicos. En la temporada 2012-2013, se exportaron semillas transgénicas de maíz, raps, soya, y tomate, según informa el Servicio Agrícola y Ganadero SAG. Estas semillas, importadas desde Estados Unidos u otro país del norte son reproducidas o multiplicadas mediante el cruzamiento del transgénico original resistente a uno o más plaguicidas, con semillas híbridas que le confieren sus características de tamaño, color y rendimiento”.
Extracto de la introducción a la edición chilena
Quimantú / RAP-Chile