Con el espíritu del “Aquelarre” y la conciencia nostálgica de la revolución

Fue en esta pequeña ciudad llamada Illapel, donde nacieron y se educaron tres patriotas de la revolución sociopolítica en vías al socialismo. Fue en el liceo, actualmente, nombrado Domingo Ortiz de Rozas, institución de educación pública (hoy, municipal) donde estudiaron. En sus pasillos se fraguaron los inquietos sueños juveniles, las ansias sanas y naturales de la búsqueda de justicia y defensa del pueblo de cientos de jóvenes como ellos, que crecieron y se fortalecieron en la teoría y la práctica, que los llevó a ser peligrosos para las bestias civiles y uniformadas que, posteriormente, nos sometieron a la dictadura feroz de Pinochet y sus secuaces ; asesinados y desaparecidos por la máquina fascista del exterminio: Luis Barraza Ruhl, ex suboficial de ejército guardia del presidente Salvador Allende (GAP) Bernardo Cortés Castro y Alonso Lazo Rojas, ambos jóvenes revolucionarios del MIR y estudiantes de la carrera de Pedagogía en Castellano de la universidad de Chile, sede La Serena; todos, ex estudiantes del liceo público de Illapel.

Quizás pasó mucho tiempo antes de que hiciéramos justicia a la memoria, la profunda pena y las marcas del horror fueron las que no permitieron una reacción temprana, en medio del nacimiento de este otro Chile, oscuro, ciego, y enfermo de terror.

El viernes 17 de mayo a mediodía, Luis, Bernardo y Alonso, recibieron un merecido homenaje, ubicados en un sitial digno, donde la memoria no claudicará en el liceo que los vio crecer y los acogió como jóvenes estudiantes; actualmente, dirigido por su directora Yenny Vicencio Tapia, profesora de Historia y Geografía, quien nos abriera las puertas con humana fraternidad ayudando así, a cerrar el ciclo de una herida abierta desde hace 45 años.

No imaginamos que esta vez todo se confabularía en favor nuestro. La ayuda, principalmente, vino desde la comunidad liceana, la contención, el recibimiento, la fraternidad vino desde su interior. Llegó el día esperado por tantos años, sobretodo por las familias y amigos, muchos viajaron desde lugares muy lejanos, todos esperando el momento solemne y sublime que traería a Alonso, a Luis y a Bernardo a la memoria permanente, a través de una placa recordatoria imaginada por años; finalmente, diseñada y confeccionada por Mario y Pancho.

El sol también estuvo presente, un sol confuso otoñal, pero irradiando luz al mediodía. Al doblar la esquina de Valdivieso con Buin, divisé la postal humana interactiva que se veía en la entrada del Liceo DOR de Illapel. En el contexto físico se había desplegado la literatura, el arte, antiguas fotografías, recuerdos, abrazos, manos, sonrisas. La historia nos devolvía los rostros de antes, todos juntos de nuevo, los que llegaron y se sintieron convocados, no aquellos que esperaban una invitación para llegar y que dijeron “nadie me invitó” Aunque otros no pudieron estar ya que, aún sufren las consecuencias del exilio. Elías Adasme que nos envió palabras desde Puerto Rico, el Rocho Pontigo que desde Bélgica, subía más información a las redes que los que estábamos acá. Julio Contreras y Pancho Taucán que no se quedaron a esperar invitación para actuar sino, que se sumaron fraternalmente. La importancia de los amigos y amigas silenciosas que conmovieron con su presencia ceremonial; y también hay que decirlo, aquellos pedantes que nunca faltan, pero que a poco andar se dieron cuenta que por esta vez, no eran protagonistas de nada.

Hablaron sólo los que debían, incluso el alcalde y la directora, respetuosamente, se convirtieron en participantes comunes y corrientes del llamado a la memoria, se agradece el gesto humano de no forzar discursos ya que esto era algo de emocionalidad superior; nadie iba a arrastrar un trofeo, nadie iba a atribuirse a los desaparecidos, incluso las familias en un tremendo gesto de altura no se hicieron sentir protagonistas; los únicos importantes fueron Bernardo, Alonso y Luis.

Entonces, ese día viernes 17 de mayo del 2019 a mediodía, en la sala de entrada del liceo municipal DOR de Illapel, se llevó a cabo el acto de mayor humanidad que haya tenido nuestra comunidad illapelina, todos con el mismo sentimiento, todos con la misma renuncia, todos esperando devolver a nuestros detenidos desaparecidos al sitial donde la memoria se hace vida.

Para no olvidar: quien condujo el acto fue el profesor Gonzalo Mateluna Gamboa, compañero de generación de los homenajeados. Las palabras estuvieron presentes: a través de Andrés, presidente del Centro de Estudiantes de la comunidad liceana, quien nos devolvió juventud y esperanza; Violeta Lazo, la que nunca ha bajado la bandera de la justicia; un integrante del GAP, compañero de Luis Barraza, quien junto a los que quedaron vivos juraron hacer justicia y memoria por sus compañeros GAP asesinados; Mario Ramos Vicencio, precursor del homenaje, ex aquelarre, compañero y amigo de los detenidos desaparecidos Bernardo y Alonso. Los artistas, Pancho Taucán, su música étnica y canto que nos emocionó hasta las lágrimas; las nuevas generaciones liceanas a través del taller de música dirigido por el profesor Cristian Cortés, quienes tocaron las fibras más sensibles de “lo futuro”; la poesía a cargo de Wilfredo Dorador, poeta de nuestro norte grande; y quienes descubrieron la placa después de años de una herida abierta, Pancho Tapia y Mario Ramos.

Lo que sentimos no es posible describirlo, había que estar allí. Los que estuvimos, hoy caminamos con emoción y con memoria; con la memoria consciente de que alguna vez existimos, fraternos, idealistas y revolucionarios. La memoria de lo que alguna vez fuimos, de lo que somos y seguiremos siendo, buscando la existencia constructiva como seres humanos resignificados, porque somos capaces de resucitar a nuestros muertos. Reconocer y recordar que ellos existieron, que estuvieron y que jamás permitiremos que vuelvan a desaparecerlos porque entonces, tendrían que matar la historia.

Por Ana Leyton

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