Cruzando las fronteras de la mujer mapuche

Un poco de contexto contento

En el marco de la demanda de las mujeres mapuche por los derechos sociales, es donde principalmente se devela la intimidad de la mujer en la sociedad chilena, surge su cuerpo como una demanda de visibilización de autonomía de ellas dentro del pueblo.

Demandar la añorada autodeterminación del pueblo mapuche requiere desarrollar asambleas en donde se discutan en ideas conjuntas las demandas de las mujeres. Para lograrlo se debe permitir la complementariedad de roles entre hombres y mujeres, es decir, lo históricamente conocido como “trabajo femenino” relegado principalmente a lxs hijxs y el hogar, permitírselo a los hombres como desarrollo de habilidades y a la mujer el desarrollo del proyecto político de liberación nacional.

Se dice popularmente que “hay que saber pelar papas y leer libros” para lograr liberarse y poder construir un proyecto revolucionario que involucre formar personas integrales con distintas habilidades para ser una mejor persona cada día.

También es cierto que, en la medida en que los contextos históricos son difíciles de vivir, más difícil es aún la vida de quien recibe más golpes en la mirada intersistémica. La mujer mapuche se ha construido desde la mirada del Estado y la historia tradicional con una esencialización de su rol principalmente en la cocina.

He crecido viendo mujeres pertenecientes al pueblo mapuche comiendo en la mesa sólo si hay espacio, preparando grandes ollas para dar de comer a una familia extensa y lavando ropa a mano en el comienzo de la historia de Chile y hasta pies de sus padres y posteriormente parejas trabajadores de las minas del carbón en décadas anteriores.

Esta mujer sensible y con una increíble capacidad de resiliencia y de deseos de buen vivir también es la que sufre más acoso en el espacio público. Porque en la agudeza de las masculinidades fortalecidas y endurecidas a la vez emocionalmente por el capitalismo, cumplen todos los requisitos para la fantasía masculina, porque es suave y necesita de un hombre que la defienda.

Es por este motivo que el fortalecimiento del cuerpo con el juego del palin y otras artes del cuerpo como las danzas, son absolutamente legítimas para ellas y no discrepo de su realización en ninguna instancia.

Se sabe que las mujeres de todos los pueblos viven opresión patriarcal y es por ello tan válido volver a replantear algunos elementos que desde el libro “Cruzando fronteras. Mujeres indígenas y feminismo abajo y a la izquierda” de la autora Sylvia Marcos veo como mujer mapuche- champurria comparativamente.

El libro, una constelación femenina

Se afirma que “las religiones en la historia contemporánea han sido muy fundamentalistas y que solo los fundamentalistas se sirven de la religión para adquirir control político” (:349) Nosotras agregamos que la identidad mapuche ha sido un nütram o conversación que ha sido constante en la generalidad de la genealogía mapuche.

Este tópico se conjuga con la mujer porque existen similitudes en las relaciones que existen con las islámicas y el Corán o su libro sagrado, en este jamás se ha dicho que la mujer debiera estar subyugada del hombre, es más tampoco en la dualidad mapuche la mujer está detrás, en la esfera íntima y el hombre en la social si no que se retribuye la complementariedad de ambos o quizás la dualidad en las personas, es decir, ambos géneros en una persona para poder ser una persona mapuche y contribuir a la sociedad.

En este marco de perspectiva crítica, el libro nos entrega como información que las islámicas comenzaron a usar pañuelos en su cabello porque corren el riesgo de que las mujeres activistas del talibán que desean que la región sea incorporada al Pakistán les tiran ácido en las caras a las que las llevan descubiertas. Esta afirmación me recuerda ¿no es la mujer criticada cuando otra usa su küpam (vestido) muy corto o cuando no se pone müñolongko (pañuelo) en su cabeza? ¿O también la sociedad la cuestiona por no llevar su cabello largo?

Otro aspecto del feminismo islámico es que dentro de los testimonios hay mujeres que afirman usar su vestimenta tradicional para poder disfrutar de la esfera pública con reconocimiento social y poder gozar de respeto y ejercer cargos de responsabilidad pública y política. Esta afirmación se ve dentro del pueblo mapuche ¿o no es el paso de muchas usar su vestimenta para sentirse más mapuche y tener reconocimiento público y social por ello? En Medio Oriente muchas mujeres son apedreadas por separarse del marido o no usar su burka en la calle que las cubre de negro de pies a cabeza y las deja “llena de privilegios” en la vida íntima de su hogar.

Este aspecto íntimo, en donde la mujer es también un objeto sexy, porque es un objeto de deseo a libre disposición del hombre que ha enrostrado el modo más agudo del feminismo mapuche: la protección y demanda del cuerpo como territorio propio y de libre disposición y como última palabra resolutiva la mía.

Sin duda, muchos aspectos son los que nos rebelan a este complejo libro, construido con la estética de los pueblos originarios, la estética de la oralidad, otorgándole un reconocimiento más a la autora por tener la plasticidad intelectual de volverse una más dentro de todas las entrevistadas y haber sido una verdadera respetuosa de la mujer y el proyecto político de autodeterminación de los pueblos.

Me queda sumar que, dentro de su cuerpo literario, nos narra la muerte de una activista palestina que formaba parte de las Mujeres de negro, las mismas que desde fines de los ‘80 exigen paz[1]. Este hecho acongoja mi lectura al recordar que dentro de nuestro contexto histórico las mujeres muertas, aisladas y silenciadas, no sufren estas penurias por ser parte del rebaño que conduce y lleva lo común de la sociedad sin mantener un cuestionamiento crítico.

Son ellas las que reciben toda la violencia del machismo que no soporta a las mujeres rebeldes que suman otro proyecto de vida, esa sana rebeldía de la consecuencia y del amor por la vida, dejándome en la contradicción dialéctica del amor y la muerte como un solo espíritu.

El mismo espíritu que deberíamos denominar espiritualidad y no religión, es el que remueve la transversalidad de este libro, cuando de forma brillante la autora reseña los rezos con la oralidad originaria o re-oraliza afirmando que nuestra biblia es la naturaleza toda.

Reafirmo… que siga el üllkantu o el canto y la poesía de la palabra se mantenga viva.

Y si finalizamos afirmando que los feminismos latinoamericanos representan la subjetividad femenina en la raza, la etnia, la pobreza y la marginalidad. Me queda por confirmar que las mujeres mapuches cuestionen sus memorias narrativas y que sigan los carnavales, las danzas, los cantos y los colores en los muros, porque todo reza en su conjunto al cielo.

Marjorie Huaiqui Hernández

Mujer, poetisa y profesora champurria- mapuche.

 

[1] http://palestinalibre.org/articulo.php?a=37205%E2%80%94

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