Primeros trazos para una revuelta como obra en proceso

Hace algunas semanas se presentó “18 de Octubre: Primer Borrador” de Editorial Quimantú en La Victoria, en el marco del Festival de Arte Militante y Memoria Popular “Alicia Cáceres” y una semana más tarde en La Bandera, para el 52° aniversario de la toma y campamento 26 de enero. El presente artículo busca resumir parte de lo expuesto en ambas jornadas.

“Este libro no es un sesudo análisis de las organizaciones de izquierda sobre la Revuelta, todo lo contrario, es ese grito atascado en la garganta que sale en varios tonos, sin medir el volumen ni dando orden lógico a las ideas, Aquí hay de todo, opinines rescatadas desde las asambleas o de organizaciones, individualidades militantes, análisis más pensados, desde la academia y desde el común que nos rodea, haciendo el abanico variopinto que se ha vuelto esencial en esta Revuelta, en que todo es disperso y homogéneo a la vez, oxímorones que dan sentido a la crisis/oportunidad que nos ha tocado experimentar.”

Lo anterior es parte de lo que se cuenta al comienzo del libro, en donde además se recuerda que el comienzo de la revuelta encontró a la editorial en la calle, cuando se estaba lanzando “Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política” junto a Hernán Ouviña, el autor y compañero argentino con quien se presentó aquel libro en el bandejón, “para no perdernos lo que estaba pasando en la calle, mientras la recuperación de un supermercado y los montones de personas yendo hacia Plaza Italia nos servían de telón de fondo… sin duda uno de los momentos más emocionantes que ha vivido esta editorial”. Con él se conversaría más tarde sobre la urgencia de escribir sobre este proceso, pero desde ya, vislumbrando la necesidad de hacerlo sin académicos o think tanks, intelectuales pseudorevolucionarios o pensadores deudores de instituciones en bancarrota moral.

Dicho de otro modo, como señaló Ramos al comienzo de la presentación en La Victoria, con el desafío de escribir en colectivo y con quienes construyen recientemente, o lo hacen desde hace algunas décadas, en las calles y desde abajo y a la izquierda. Un arduo trabajo que demandó contactar a organizaciones que tuvieran organización territorial, desde distintas reivindicaciones, espacios de lucha y regiones y que formula la una nueva teorización, una praxis popular cotidiana y de carácter ensayístico, y por ello, una apuesta para nada exenta de errores que exige ser corregida por nuestras compañeras y compañeras. Ramos también destacó además la posibilidad de haber conocido presencialmente a la compañera Alicia[1], quien nos dejó físicamente hace tan solo unos años. En esta jornada también contamos con la participación de Camila Araya (TejeR), Javiera Campos (Comité de defensa del pueblo Hermanos Vergara Toledo) y Mario Sobarzo de Editorial Quimantú.

Camila concibió el libro como un ejercicio para dejar manifiestas nuestras experiencias sobre la revuelta, la que no les pilló juntos pero terminó siendo la causa que permitió articular TejeR. Colectivo que observó con alegría el proceso, pero del mismo modo con resquemor como se iba canalizando, tal como aconteció con el “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución”[2], con el que además de marginar las iniciativas y esfuerzos por parte del pueblo, se demostró la incapacidad del mismo para disputar el poder.

Para ella una de las tareas principales en la actualidad es reconocer las experiencias independientes (pasadas y vigentes), seguir pensando en la nueva sociedad que queremos, cuestión que pareciese haberse desdibujado. La lucha de clases está abierta y el gobierno de Gabriel Boric, “una suerte de Concertación 3.0”, podría significar un tráfico reflujo si las organizaciones populares no son capaces de reposicionar su iniciativa.

Por último, se refirió a las Concejalías Populares, espacios de visibilidad y acción desde las pequeñas cuotas de poder que entrega la institucionalidad en donde se colabora desde TejeR, algo que reconoce, no se podría haber logrado sin la fuerza social originada en la revuelta.

Para Javiera la crisis institucional en Chile es una realidad que no existe solo a partir de la revuelta y tampoco muestra signos de que pueda agotarse pronto, a pesar de los intentos de la socialdemocracia de cooptar la movilización popular para encauzarla en una salida institucional.

Son al menos cinco décadas de mal gobierno, de persecución, de imposición y profundización de la política neoliberal que están lejos de ser una cuestión abstracta pues posee diversas expresiones concretas en nuestro cotidiano. Toda una olla a presión, que al explotar nos permitió darnos cuenta de que ya no nos encontrábamos tan solos. O quizá, agrega Javiera, puede que antes de la revuelta no habían espacios en donde encontramos, reconocernos y compartir nuestros dolores, por fuera de las organizaciones de izquierda y sus viciadas dinámicas, muchas de las cuales hoy reconocemos caducas.

Sobarzo comenzó preguntándose si Chile realmente cambió, como indica el sonado lema. Puede que creamos que no, si observamos como la represión, desigualdad e impunidad se mantiene dentro de los aparatos del Estado. Pero, esto cambia si notamos que cada vez somos más y en muchos casos, además, pensamos y nos relacionamos de manera distinta en aquellos espacios de confluencia para las izquierdas en donde de manera previa a la revuelta el desencuentro era una constante.

Cabe recalcar que el Estado es siempre enemigo, no se puede cambiar para el servicio de las clases populares. Es un aparato de dominio sobre la clase que no está en el poder. Quizá uno de los ejemplos más reconocidos es el de la URSS, en donde durante la revolución el Estado asumió nuevas formas pero mantuvo su rol esencial. La posibilidad de organizar la vida social del pueblo se vio cada vez más limitada por una nueva clase burocrática.    En la relación capital – trabajo, el Estado se pone en contradicción con el trabajo, pues necesita establecer mecanismos para controlar a los/as productores/as en desmedro de la burguesía, cuya riqueza no es más que trabajo muerto acumulado, inmensa cantidad de horas de esfuerzo cristalizadas en valor monetario. Éste es uno de los problemas centrales de esta función del Estado: su rol es inherente a la dominación para la producción al establecer las normativas, las instituciones, las actividades que regulan la vida social y productiva, volviéndola vida enajenada, vida al mero servicio del capital, excedente innecesario cuando ya no es capaz de avanzar al ritmo de la moledora de carne.

Algunas décadas antes de la Revolución Soviética, la Comuna de París nos demostró que el Estado es siempre un enemigo. Pues, el aparato existe para perseguir a los que luchan, con leyes e instituciones que por atrás sostienen una ideología y moralidad a las que nos enfrentamos por el mero hecho de ser quienes somos, pues aun cuando nos integremos a éste saben que existiremos a contrapelo de sus formas de subjetivación.

Para esta problemática sobre el reemplazo del Estado en las luchas revolucionarias tenemos donde mirar. Nunca más podemos tener liderazgos no revocables, no podemos caer en el culto a la personalidad ni crear aparatos de Estado que reemplacen al mundo organizado. Es el mundo social el que debe organizarse, ninguna institución puede reemplazar a la sociedad empoderada en todas las funciones centrales de Gobierno.

Este libro, señala Sobarzo, pretende hacer un llamado de atención al respecto, puesto que la mayoría de los libros sobre la revuelta fueron hechos desde arriba, por intelectuales y gurúes que no conocen social ni territorialmente del proceso, cuyas dinámicas vigentes (como lo es la expansión de la conciencia de clase) son problemáticas para un gobierno que todavía no asume pero cuyo carácter es predecible: por más progresista que se plantee no dejará ser parte de un élite que buscará mantener a como dé lugar sus privilegios.

En la jornada en La Bandera, donde igualmente participó Mario, planteó que el proceso actual tiene ciertas semejanzas con el proceso revolucionario ruso de 1905, entre cuyas causas encontramos una institucionalidad incoherente con el paradigma republicano de la época, un ejército nepotista y corrupto y una policía considerablemente represiva, y ante lo cual el zar respondió con reformas cosméticas en el plano militar, político, económico y social, pero sin alterar las estructuras que se encontraban en crisis con la modernización productiva que Rusia estaba viviendo. Lo anterior toma relación con nuestra realidad cuando observamos la tibia apuesta del gobierno, y en particular, su estrecha relación con la casta política concertacionista de la que se supone, nos habíamos deshecho.

Para Sobarzo hay al menos cuatro ejes centrales para una transformación social. Una fuerza social consolidada que plantee una agenda política propia, una nueva relación con las fuerzas de producción y consecuentemente, con la naturaleza, una nueva forma de organización política y un rol concreto dentro de la aldea global. Estas son las grandes interrogantes que los eventos acaecidos desde el 18 de octubre aún no evidencian, pues el proceso todavía está en evolución, en la medida que las respuestas, al igual que en Rusia en 1905, no pueden venir del viejo sistema que se cae por las contradicciones morales entre sus fundamentos y la verdadera operatoria que lo regula.

En esta instancia también compartimos nuevamente con Mario Ramos, quien moderó una mesa conformada por Francisca Fernández Droguett (Movimiento por el Agua y los Territorios), Roberto Lazo (Población Boca Sur), Antonia Roland (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarixs) y Patricio Bascuñán (Editorial Anagénesis).

La primera comenzó asumiendo algunos desafíos pendientes de la revuelta. Por un lado el cómo habitamos los disensos en la toma de decisiones. Por otro, la disputa de la temporalidad, es decir, las diferencias en el tiempo que supone un auténtico ejercicio democrático a los pueblos originarios, cuyas formas de realización también se apartan en muchos casos de las de la institucionalidad chilena. A esto se suma que varias de sus demandas y reivindicaciones no dependen de una nueva Constitución. Sabido es que aunque el Estado modifique su carta magna puede perfectamente mantener su matriz extractivista y monocultural. Y es que la revuelta hizo cuerpo a diversos malestares, pero mantiene el posicionamiento de las problemáticas rurales como deuda.

Roberto partió contándonos de su Población, la que surge en la ciudad de Concepción a partir de una radicación forzada en dictadura. “Construyendo población” cuenta esto y realiza un balance del presente en la comunidad, a partir de testimonios de las propias vecinas y vecinos —siendo la publicación de este libro lo que les acerca a la Editorial Quimantú—, un ejercicio de memoria necesario y complementario para la comunidad, que nos demuestra que la organización comunitaria y popular no es contingente. La revuelta no tardó en alcanzar el territorio, permitiéndoles mantener los barrios sin narcotráfico por al menos un tiempo. Por ahora permanece en forma de comedor popular.

La última elección supuso varios conflictos para la Población, en particular para sus sectores religiosos, en donde las bases más comprometidas socialmente se distanciaron de las más conservadoras que no dudaron en apoyar al candidato ultradederechista Kast. También se refirió a la reciente absolución del bocasureño Ignacio Matus Carrasco[3]. Su caso es un montaje más entre tantos que a la fecha mantienen a miles de presos políticos en la cárcel.

Aunque la ACES no fue incluida en esta edición del libro, para Antonia no fue un problema referirse a su experiencia como secundaria en este proceso que nos entregó diversas condiciones, posibilidades y lazos que se dieron en la calle y no podría haber sido en otro lugar. Lo anterior facilitó por ejemplo, la toma del Instituto Nacional de los Derechos Humanos (INDH) que hasta la fecha mantiene la coordinadora secundaria junto a otras organizaciones como Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular, ante la negligencia del INDH —en particular de su director Sergio Micco y sus consejeros—, organismo que ha jugado un importante y oscuro rol en el manto de impunidad que cubre al actual gobierno.

Por último, Patricio se refirió al espectro de la imaginación política, para lo cual considera el cerco de lo posible fue desplazado. Junto a su compañera Casandra realizó una recopilación de archivo visual en torno a la gráfica.

Hay una manera de relacionarse visualmente en donde se expresa lo que escapa a la lógica textual, un medio fecundo para una relectura de nuestros deseos más íntimos y que buscan integrarse a las grandes demandas estructurales. Conforman un nuevo imaginario que recoge elementos del pasado y los reúne con los que se están fraguando ahora.

Creemos que, en parte, a pesar de sus diferencias territoriales, generacionales y reivindicativas, las presentaciones anteriormente revisadas coinciden en que lo crucial es mantener nuestros sueños, no soltar la calle y revisar nuestras experiencias concienzuda y colectivamente, para que así sigamos creando, parafraseando al Che, dos, muchos borradores, todos los que sean necesarios para transformar el orden social existente.

“18 de octubre: Primer borrador” se encuentra liberado en la web de Quimantú y puede ser descargado aquí: https://www.quimantu.cl/libro/18-de-octubre-primer-borrador/

Por Ignacio Andrés

América Leatina desde Abajo

San Ber

[1] Se puede conocer más sobre la vida y obra de Alicia Cáceres aquí: https://revistatejer.cl/fundacion-alicia-caceres-rescatando-su-legado/

[2] El “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución” fue por entre aspectos, la imposición de un proceso constituyente y su mecanismo de negociación por parte de los partidos de Chile Vamos y parte de la oposición —excluyendo al PCCh, el PRO, el FRVS, el PH y CS— tras una serie de negociaciones que concluyeron el 15 de noviembre, cuando se anunció la realización del plebiscito mediante una declaración que recibió tal nombre

[3] https://bocasurinforma.cl/2021/12/28/cae-montaje-de-carabineros-de-la-6ta-comisaria-de-san-pedro-de-la-paz-durante-estallido-social-contra-vecino-ignacio-matus-carrasco/

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