El despertar de los relojes fríos
Mario Ramos Figueroa
Card image cap

El tiempo se sucede y pasa y se nos pasa en un estado casi invisible, mientras las cosas cambian y todo cambia, siendo espectadores, como actores de los devenires en los que nos encontramos y que, en los pocos estados de conciencia que podemos hallar en la vertiginosa vida que nos ha tocado vivir, o en las luchas que se conjugan, constantemente está el tiempo de espera, los momentos en que tratamos de detenernos, mientras todo sigue su movimiento, formando y conformando el tiempo nuevamente.
Las formas de medir el tiempo, han sido concebidas y aplicadas de las más diversas maneras, por las más distintas personas, grupos y civilizaciones. Aún recuerdo que dentro de las enseñanzas que me entregó mi abuelo o que reforzó desde su forma tan singular, estuvieron el aprender a abrocharme los zapatos y conocer cómo se miraba la hora en un reloj análogo. El reloj que tenía mi abuelo, era un reloj a cuerda, de pulsera como se le llamaba, o sea que iba amarrado a la muñeca del brazo, donde termina este y comienza la mano. El reloj fue de un marino que había sido pololo (pareja) de mi tía y recuerdo que mi abuelo contaba que él se lo había regalado, ya que mi abuelo entre insinuación e insinuación dejaba discurrir el gusto y la atención que le provocaba este reloj.
El tiempo ha pasado y las décadas y los años han transitado y fuimos sabiendo que sus tránsitos y caminatas eran discontinuas, diferentes y dispares. El tiempo ha tenido un cambio, el cambio que nosotros estamos presenciando, el cambio develado por Galileo, el virtual cambio de esta época y sus millonadas de formas de ser apreciada. Ahí como bien plantea Marcel Proust “el único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos” disponerse al nuevo tiempo, no tan solo al cronológico, biológico, psicológico o muchos otros, sino también al propio, al que se construye y se destruye solamente viviendo.
Ese y esos tiempos, de alguna manera, se manifiesta la poesía de Mario Ramos Figueroa, en su libro “El despertar de los relojes fríos” una secuencia constante de imágenes y reflexiones que nos recuerdan los pasos que ha recorrido la vida a nuestro lado, en constante comunión, en un trayecto continuo, con sus descansos y reposos, si se puede o se tiene la oportunidad de hacerlo, transfigurado en las más impresionantes, atrevidas, como dolorosas circunstancias que nos ha tocado presenciar y de las cuales más de alguna nos acompaña para que la podamos contar y compartir.
En muchos poemas que están en “El despertar de los relojes”, en el borde de su lenguaje poético, se entrecruza el habla cotidiana moderna que se esfuerza por no ser romántica, se empeña por no parecer versos melosos llenos de pomposidad y candencia, sino que en todo momento el autor está obligándose a presenciar el tiempo contemporáneo, de revisarlo en una constante revisión de signos y hechos que logran visualizar lo que se devela, sin embargo las letras y las frases no dan, siquiera para balbucear una visión de lo que nos espera.
En esa frontera entre lo cotidiano y el lenguaje poético, se hace dificultoso poder entrañar y figurar una poesía nueva de palabras y flujos. Es así que Mario Ramos Figueroa, se apoya en el recurso que tiene más cercano y que son los años vividos, la cosas vistas, las décadas y días que su historia ha presenciado y que ha podido recordar y escribir y poetizar. Es así que desde esta proyección de su voz y de su ser que va develando distintas imágenes modernas que se frecuentan en sus poemas y que avanzan a lo contemporáneo, al día de hoy, a este momento. Así como el reloj que tenía mi abuelo y las historias que lo rodeaban, reloj que es estos tiempos se mira solo como un juguete, como una reliquia, incluso el uso de los relojes de pulsera, de muñeca, es escaso, muy pocas personas se ven llevándolo. Hoy la imagen del tiempo se expone de manera digital, la forma de energía para movilizar el tiempo ha cambiado.
Y así como han cambiado las formas de vivenciar y mirar el tiempo, la poesía de Ramos Figueroa se va componiendo de una progresiva historia personal. Más allá de las vivencias y rescatando sus sentires, los temas de su poesía se dispone para enseñarnos que hubo un antes que sucedió y que es parte importante de lo que presenciamos en estos instantes.
Cito poesía:
Desciendo con la voz de mi tiempo hacia las abismos del pasado
y asciendo a zancadas por las escalas del futuro
desenvolviendo el reptil de mi cerebro
integrado a la inconstancia de los milenios
He aquí un ejemplo de ese atravesar de tiempos, en este poema titulado “De infinitos” en el cual el poeta nos muestra cambios fortuitos y acelerados que le asombran y a los cuales sin pensarlo se debe de integrar, para ascender, con el fin único de vivir en la incorporabilidad a lo devenido y por devenir.
Mientras que en otro poema llamado “Reggettonero”, desde una visión contemporánea del baile de estos personajes, nos plantea lo siguiente. Cito poesía:
Reggaetonero girando como remolino
a ritmo sincopado con cintura desbaratada
revolviendo el gallinero a pasos de huesos dislocados,
vibrando como sonajeros cavando un agujero
hasta quedar como racimo colgando de una cerveza
cansado y desmadejado…
¿Quiénes serán los sepultados?
¿cuáles los sepultureros?
todos resucitados agitados por la fiebre reggaetonera.
¿Bailamos?
no
soy un solitario
pero quiero ser bachetero y hiphoppero...
En este poema, Mario Ramos, nos expone a un personaje nuevo, interesante a su mirada, sujeto que hace del baile un lugar de vida y muerte, de corte entre lo antiguo y lo nuevo, donde la pregunta es ¿Quiénes serán los sepultados? prediciendo lo que se asoma de forma descarada y que se sabe de antemano quienes serán, y serán aquellos y aquellas que no logren apreciar y ser parte de estos nuevos “Relojes Fríos”. Estos son los que perecerán, sepultados por estos nuevos relojes que oportunan de manera casi eclipsada que estos nuevos estilos de baile y de vida pueden llegar a resucitar. Pero también se encuentra en esta frontera, la soledad el saberse solitario, que es lo que nos ayuda a saber que podemos tener la liberta o ataduras más cerca de lo que pensamos y sentimos.
Somos donde nos encontramos y manchamos la vida que no sabemos cuál es, porque al parecer no es más que nuestros sentidos y divagaciones y pareceres que se encuentran dispuestos a vivir. He ahí la sinergia de la poesía, en ese valor experimental de rociar en el inmenso espacio de la tierra, del mar y de los cielos, una que otra palabra.
“El Despertar de los Relojes Fríos” de Mario Ramos Figueroa es un libro de poesía que nos muestra la división del tiempo como épocas que se exponen en sus palabras y que se hacen presente en un grado cero de trascendencia, en un lugar donde todo desaparece y aparece convertido en extrañas imágenes exploradas y por explorar.
Épocas, personajes, actores y paisajes, entre muchos otros tópicos, como la vida misma recordada y fantaseada demuestran en este nuevo libro Mario Ramos Figueroa, que siempre hay tiempo para detenerse o movilizarse con el fin de reescribir la vida y los aconteceres que se nos entregan y que desde la poesía se expongan como un saber a ser utilizado.

 

Mauricio Torres
Santiago, abril de 2017

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El despertar de los relojes fríos
Mario Ramos Figueroa

El tiempo se sucede y pasa y se nos pasa en un estado casi invisible, mientras las cosas cambian y todo cambia, siendo espectadores, como actores de los devenires en los que nos encontramos y que, en los pocos estados de conciencia que podemos hallar en la vertiginosa vida que nos ha tocado vivir, o en las luchas que se conjugan, constantemente está el tiempo de espera, los momentos en que tratamos de detenernos, mientras todo sigue su movimiento, formando y conformando el tiempo nuevamente.
Las formas de medir el tiempo, han sido concebidas y aplicadas de las más diversas maneras, por las más distintas personas, grupos y civilizaciones. Aún recuerdo que dentro de las enseñanzas que me entregó mi abuelo o que reforzó desde su forma tan singular, estuvieron el aprender a abrocharme los zapatos y conocer cómo se miraba la hora en un reloj análogo. El reloj que tenía mi abuelo, era un reloj a cuerda, de pulsera como se le llamaba, o sea que iba amarrado a la muñeca del brazo, donde termina este y comienza la mano. El reloj fue de un marino que había sido pololo (pareja) de mi tía y recuerdo que mi abuelo contaba que él se lo había regalado, ya que mi abuelo entre insinuación e insinuación dejaba discurrir el gusto y la atención que le provocaba este reloj.
El tiempo ha pasado y las décadas y los años han transitado y fuimos sabiendo que sus tránsitos y caminatas eran discontinuas, diferentes y dispares. El tiempo ha tenido un cambio, el cambio que nosotros estamos presenciando, el cambio develado por Galileo, el virtual cambio de esta época y sus millonadas de formas de ser apreciada. Ahí como bien plantea Marcel Proust “el único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos” disponerse al nuevo tiempo, no tan solo al cronológico, biológico, psicológico o muchos otros, sino también al propio, al que se construye y se destruye solamente viviendo.
Ese y esos tiempos, de alguna manera, se manifiesta la poesía de Mario Ramos Figueroa, en su libro “El despertar de los relojes fríos” una secuencia constante de imágenes y reflexiones que nos recuerdan los pasos que ha recorrido la vida a nuestro lado, en constante comunión, en un trayecto continuo, con sus descansos y reposos, si se puede o se tiene la oportunidad de hacerlo, transfigurado en las más impresionantes, atrevidas, como dolorosas circunstancias que nos ha tocado presenciar y de las cuales más de alguna nos acompaña para que la podamos contar y compartir.
En muchos poemas que están en “El despertar de los relojes”, en el borde de su lenguaje poético, se entrecruza el habla cotidiana moderna que se esfuerza por no ser romántica, se empeña por no parecer versos melosos llenos de pomposidad y candencia, sino que en todo momento el autor está obligándose a presenciar el tiempo contemporáneo, de revisarlo en una constante revisión de signos y hechos que logran visualizar lo que se devela, sin embargo las letras y las frases no dan, siquiera para balbucear una visión de lo que nos espera.
En esa frontera entre lo cotidiano y el lenguaje poético, se hace dificultoso poder entrañar y figurar una poesía nueva de palabras y flujos. Es así que Mario Ramos Figueroa, se apoya en el recurso que tiene más cercano y que son los años vividos, la cosas vistas, las décadas y días que su historia ha presenciado y que ha podido recordar y escribir y poetizar. Es así que desde esta proyección de su voz y de su ser que va develando distintas imágenes modernas que se frecuentan en sus poemas y que avanzan a lo contemporáneo, al día de hoy, a este momento. Así como el reloj que tenía mi abuelo y las historias que lo rodeaban, reloj que es estos tiempos se mira solo como un juguete, como una reliquia, incluso el uso de los relojes de pulsera, de muñeca, es escaso, muy pocas personas se ven llevándolo. Hoy la imagen del tiempo se expone de manera digital, la forma de energía para movilizar el tiempo ha cambiado.
Y así como han cambiado las formas de vivenciar y mirar el tiempo, la poesía de Ramos Figueroa se va componiendo de una progresiva historia personal. Más allá de las vivencias y rescatando sus sentires, los temas de su poesía se dispone para enseñarnos que hubo un antes que sucedió y que es parte importante de lo que presenciamos en estos instantes.
Cito poesía:
Desciendo con la voz de mi tiempo hacia las abismos del pasado
y asciendo a zancadas por las escalas del futuro
desenvolviendo el reptil de mi cerebro
integrado a la inconstancia de los milenios
He aquí un ejemplo de ese atravesar de tiempos, en este poema titulado “De infinitos” en el cual el poeta nos muestra cambios fortuitos y acelerados que le asombran y a los cuales sin pensarlo se debe de integrar, para ascender, con el fin único de vivir en la incorporabilidad a lo devenido y por devenir.
Mientras que en otro poema llamado “Reggettonero”, desde una visión contemporánea del baile de estos personajes, nos plantea lo siguiente. Cito poesía:
Reggaetonero girando como remolino
a ritmo sincopado con cintura desbaratada
revolviendo el gallinero a pasos de huesos dislocados,
vibrando como sonajeros cavando un agujero
hasta quedar como racimo colgando de una cerveza
cansado y desmadejado…
¿Quiénes serán los sepultados?
¿cuáles los sepultureros?
todos resucitados agitados por la fiebre reggaetonera.
¿Bailamos?
no
soy un solitario
pero quiero ser bachetero y hiphoppero...
En este poema, Mario Ramos, nos expone a un personaje nuevo, interesante a su mirada, sujeto que hace del baile un lugar de vida y muerte, de corte entre lo antiguo y lo nuevo, donde la pregunta es ¿Quiénes serán los sepultados? prediciendo lo que se asoma de forma descarada y que se sabe de antemano quienes serán, y serán aquellos y aquellas que no logren apreciar y ser parte de estos nuevos “Relojes Fríos”. Estos son los que perecerán, sepultados por estos nuevos relojes que oportunan de manera casi eclipsada que estos nuevos estilos de baile y de vida pueden llegar a resucitar. Pero también se encuentra en esta frontera, la soledad el saberse solitario, que es lo que nos ayuda a saber que podemos tener la liberta o ataduras más cerca de lo que pensamos y sentimos.
Somos donde nos encontramos y manchamos la vida que no sabemos cuál es, porque al parecer no es más que nuestros sentidos y divagaciones y pareceres que se encuentran dispuestos a vivir. He ahí la sinergia de la poesía, en ese valor experimental de rociar en el inmenso espacio de la tierra, del mar y de los cielos, una que otra palabra.
“El Despertar de los Relojes Fríos” de Mario Ramos Figueroa es un libro de poesía que nos muestra la división del tiempo como épocas que se exponen en sus palabras y que se hacen presente en un grado cero de trascendencia, en un lugar donde todo desaparece y aparece convertido en extrañas imágenes exploradas y por explorar.
Épocas, personajes, actores y paisajes, entre muchos otros tópicos, como la vida misma recordada y fantaseada demuestran en este nuevo libro Mario Ramos Figueroa, que siempre hay tiempo para detenerse o movilizarse con el fin de reescribir la vida y los aconteceres que se nos entregan y que desde la poesía se expongan como un saber a ser utilizado.

 

Mauricio Torres
Santiago, abril de 2017

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Mario Ramos Figueroa

Mario Ramos Figueroa, de religión, profe, y de geografía, poeta.

Nació en Santiago el año treinta, pero prontamente con su padre, madre, y hermanos se trasladaron a la punta del sur: Aysen, en épocas, en que solo se podía llegar en barco en lo que para muchos eran terrenos inimaginados. El niño Mario creció entre nalcas, ramas gigantes, ríos, mares… y una noche de calor de leña, en forma repentina  y mágicamente, se hizo poeta, pero no se dio cuenta.

Se volvió a Santiago, pero esta vez solo con su madre y hermanos.

El frio, el viento, la llovizna mojando su ropa, le entumecieron el alma que con los rayos del sol illapelino empezó a sanar, a la par que se dedicaba a la pedagogía. Allí en el Valle del Choapa forjó su propia familia y publicó sus  libros…

Compartimos acá algunos de sus escritos de hombre que se cincela así mismo, sin ser escultor.

MRV

Y tú, ¿Qué dices?

Javiera (21 Mar 2021) —Un encanto de relato sobre el autor. Una dulzura de imágenes y señas en su poesía. Algo nuevo, palabras viejas para esculpir nuevos tiempos.
Felicitaciones.