Juan Sin Tierra y otros cuentos
Marco Fajardo Caballero
Card image cap

Esta historia, que de alguna manera se lee como el relato de un colegial, en una mirada superficial, parece inofensiva, ingenua. Está escrito en un lenguaje excesivamente realista y no omite ni siquiera los diálogos más banales. Son 60 páginas que relatan la excursión que realiza un grupo de jóvenes en los años noventa, en el Chile postdictadura. Una historia sin trama, una documentación día a día, que tiene lugar en un verano, en el norte de Chile.
Sin embargo, justamente en su característica de documento-testimonio, no es inofensiva ni ingenua, es una historia importante para Chile, por las raíces que toca y los fenómenos que saca a la luz. Sus protagonistas son hijos de exiliados que nacieron y se criaron lejos de la patria de los padres y que a su retorno, después de la dictadura, en su mayoría se vieron enfrentados a un país desconocido.
En Chile no se habló ni escribió mucho, hasta ahora, de los hijos de exiliados, aquellos chicos que pasaron su infancia repartidos en el mundo y que fueron recibidos con indiferencia o, a veces, hasta rechazo. Hablaban literalmente otro idioma, conocían la historia de Chile desde la mirada de sus padres. Les costaba demasiado adaptarse a un sistema que en realidad, a cada paso, daba ocasión para ser cuestionado.
Lo que más molestó de estos jóvenes era que tenían una perspectiva diferente a Chile, una perspectiva que intimidaba.
Vivir entre dos culturas nunca es ni será fácil.
No fueron pocos los que al no poder asumir su identidad chilena se volvieron por iniciativa propia a su país de origen, es decir, al país de exilio de sus padres.
No son pocos los que durante toda su vida seguirán llevando la duda acerca de su identidad.
Podría darse la situación en una fiesta berlinesa donde se encuentra un cuico chileno con un Tapia, que se conoce la movida de la ciudad y habla mejor alemán que el primero, que fue al colegio alemán y es de apellido Schneider: “¿Donde aprendiste alemán?” “-Soy chileno, hijo de exiliados, llevo casi toda mi vida aquí, no puedo vivir en Chile. Nunca me acostumbré”.
Quizás no se adaptó al racismo y el clasismo en Chile, al ser conservador y algunas otras de las pesadas herencias del colonialismo que siguen latentes y omnipresentes.
En los ‘90 nadie se preocupó de los hijos de los exiliados, sus conflictos, observaciones, dudas e ideas.
El relato de Marco enfoca, precisamente, esa experiencia, la mudez de aquellos adolescentes en el momento de su búsqueda, la descripción de la parálisis que provoca el sentirse encerrado entre dos identidades, tan diferentes, como la alemana y la chilena, sin poder definirse concretamente. Parálisis que les provoca un bloqueo y la dificultad de adaptarse en un sistema ajeno, que no conocían ni aceptaban, tratando de superar el silencio sobre sus propias experiencias – cuando nadie les había preguntado ni se interesaba, ni se imaginaba lo paradójico que era ser extraño en un país que se supone que es el de uno.

Miriam Tamayo

Presentación al libro

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Juan Sin Tierra y otros cuentos
Marco Fajardo Caballero

Esta historia, que de alguna manera se lee como el relato de un colegial, en una mirada superficial, parece inofensiva, ingenua. Está escrito en un lenguaje excesivamente realista y no omite ni siquiera los diálogos más banales. Son 60 páginas que relatan la excursión que realiza un grupo de jóvenes en los años noventa, en el Chile postdictadura. Una historia sin trama, una documentación día a día, que tiene lugar en un verano, en el norte de Chile.
Sin embargo, justamente en su característica de documento-testimonio, no es inofensiva ni ingenua, es una historia importante para Chile, por las raíces que toca y los fenómenos que saca a la luz. Sus protagonistas son hijos de exiliados que nacieron y se criaron lejos de la patria de los padres y que a su retorno, después de la dictadura, en su mayoría se vieron enfrentados a un país desconocido.
En Chile no se habló ni escribió mucho, hasta ahora, de los hijos de exiliados, aquellos chicos que pasaron su infancia repartidos en el mundo y que fueron recibidos con indiferencia o, a veces, hasta rechazo. Hablaban literalmente otro idioma, conocían la historia de Chile desde la mirada de sus padres. Les costaba demasiado adaptarse a un sistema que en realidad, a cada paso, daba ocasión para ser cuestionado.
Lo que más molestó de estos jóvenes era que tenían una perspectiva diferente a Chile, una perspectiva que intimidaba.
Vivir entre dos culturas nunca es ni será fácil.
No fueron pocos los que al no poder asumir su identidad chilena se volvieron por iniciativa propia a su país de origen, es decir, al país de exilio de sus padres.
No son pocos los que durante toda su vida seguirán llevando la duda acerca de su identidad.
Podría darse la situación en una fiesta berlinesa donde se encuentra un cuico chileno con un Tapia, que se conoce la movida de la ciudad y habla mejor alemán que el primero, que fue al colegio alemán y es de apellido Schneider: “¿Donde aprendiste alemán?” “-Soy chileno, hijo de exiliados, llevo casi toda mi vida aquí, no puedo vivir en Chile. Nunca me acostumbré”.
Quizás no se adaptó al racismo y el clasismo en Chile, al ser conservador y algunas otras de las pesadas herencias del colonialismo que siguen latentes y omnipresentes.
En los ‘90 nadie se preocupó de los hijos de los exiliados, sus conflictos, observaciones, dudas e ideas.
El relato de Marco enfoca, precisamente, esa experiencia, la mudez de aquellos adolescentes en el momento de su búsqueda, la descripción de la parálisis que provoca el sentirse encerrado entre dos identidades, tan diferentes, como la alemana y la chilena, sin poder definirse concretamente. Parálisis que les provoca un bloqueo y la dificultad de adaptarse en un sistema ajeno, que no conocían ni aceptaban, tratando de superar el silencio sobre sus propias experiencias – cuando nadie les había preguntado ni se interesaba, ni se imaginaba lo paradójico que era ser extraño en un país que se supone que es el de uno.

Miriam Tamayo

Presentación al libro

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Marco Fajardo Caballero

(Alemania, 1976) Periodista de la Universidad de Santiago de Chile (2000). Ha trabajado en diversos medios de prensa como La Nación, Diario Financiero, Primera Línea, el diario alemán Die Tageszeitung y la agencia alemana de prensa DPA. Desde 2013 es redactor en el diario El Mostrador. En Quimantú ha publicado los libros “Contra Bachelet y otros” (investigación periodística, 2006), “Postales” (crónicas, 2008), “Los inquilinos” (novela, 2009) y “Juan sin tierra” (cuentos, 2011).

Y tú, ¿Qué dices?

Anónimo (03 Jun 2020) —Lillian

Claudia Miranda (05 Jun 2020) —Gracias por ser parte de tu historia